Entramos, de nuevo, en nuestra cita del domingo. Desde hace un mes,
abordamos una nueva entrega de este relato en el que consiste la sección “Viaje
a Ítaca”.
Se pueden buscar en el historial del blog, las partes anteriores; como
posicionamiento previo:
(Owen es un afamado académico en el ámbito de la siquiatría que decide
poner una consulta donde se devuelva a la persona a su lugar en la felicidad.
Busca su propia terapia a través de las de los demás porque tiene un pasado
lleno de sucesos traumáticos que le atormentan a cada instante.)
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EL PRECIO
…Por entonces, necesitábamos un libro de difícil existencia por estar
descatalogado hacía mucho tiempo. Todos dirigieron sus miradas hacia mí para
que fuese a pedírselo a aquella mujer que jugaba con la accesibilidad a los
manuales a su antojo.
Nunca imaginé lo que aquel acto de valentía iba a suponer en mi vida.
Accedí a solicitárselo con la condición de que sumase el período de entrega de
mis cuatro amigos junto al mío y poder tenerlo más tiempo.
Un favor que más tarde pagaría con un alto precio.
Me levanté temeroso de llegar a la
altura de la mesa de aquella mujer inexpresiva y altanera. Fui despacio
recorriendo cada mosaico del suelo que se deslizaba bajo mis pies.
Arrastrando
el miedo que sentía, me detuve frente a su mesa con sumo cuidado.
Levanté
la cabeza para mirar a mi alrededor. Toda la sala estaba observándonos. No se
sentía ningún ruido, ni tan siquiera el aleteo de las hojas de los libros al
cambiar de posición.
Mis amigos se zarandeaban en las sillas
señalándome que ya era el momento de pedirle aquel manual que había ido a
buscar, pero yo no podía articular ninguna palabra.
De
pronto, noté su fría mano sobre la mía. Aquella sensación doliente parecía
atravesarme hasta el cerebro. Presionaba dulcemente los dedos sobre la mesa dando
paso a mi solicitud.
.-
Dime mi querido Owen, ¿qué es lo que quieres?.- Solamente pude levantar la mano
izquierda para señalar la estantería en la que se encontraba el ejemplar.- ¿Allí?,
¿está allí?.-
Mantenía
una sonrisa llena de ironía y ácido sarcasmo. Era como si estuviese a punto de
regañar a un niño al que inmediatamente hubiese perdonado en función de un
castigo.
-
Acompáñame. Tú me dirás qué libro necesitas.-No pude decir nada. Comenzaba a
sentir un calor insoportable que ruborizaba mi cara por momentos. Inició el
recorrido hacia una inmensa estantería de la parte derecha. Mientras
caminábamos me puso a su altura para llevar su mano sobre mi cabeza todo el
tiempo.
.-
Señorita Stella, aquél por favor.- Sin mediar palabra subió una escalera
diminuta, encajada en la pared, que recorría por medio de unos raíles toda
ella. Alargó su brazo y comenzó a tirar del lomo de aquel gordísimo libro al
que seguramente no podría sostener en aquella posición. Metió la punta de sus
dedos en el final de su dorso y los desplazó tan rápidamente que cayó con un
tremendo estruendo al vacío.
Todos
comenzaron a reír. La indignación de la bibliotecaria creció al instante.
Rápidamente alzó una sorda explosión de entre sus dientes colocando el dedo
índice en su boca para restablecer el orden. Sin embargo, recogió el manual y me
lo entregó con una sonrisa no sin antes sujetar mi brazo diciendo:
.-
Este es. Ahora te tomaré los datos para su devolución.- No dije nada. La seguí
temeroso de las próximas palabras que aún estaban reposando en su cabeza
deleitosamente. Un minuto más tarde me entregaba una hoja en la que firmaba la
sentencia hacia el lado oscuro de mi vida.
Se
acercó hasta mi oído y me susurró suavemente…
.-Mi
marido es profesor de Álgebra. Estará encantado de resolver tus dudas esta
tarde. Te esperamos a las seis. No tardes. No le gusta la gente impuntual. A mí
tampoco. Y no queremos comenzar mal ¿verdad Owen?.- Esbozó una leve sonrisa mientras recogía la
hoja de datos que me había entregado anteriormente.
Un
escalofrío separó la voluntad de mi miedo.- ¿Qué había querido decir la
señorita Stella con aquella siniestra palabra que daba comienzo a lo que en
aquel momento ni siquiera imaginaba? (…)
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