Todos guardamos en nuestro
interior, muy hondo, la herencia oscura de la especie humana. Esa parte negra
de la que tratamos de alejarnos hasta que nos damos cuenta que si la negamos se
hace grande y nos somete.
Solo con amor es posible iluminar la oscuridad y transformarla.
Cuando entregamos la negrura con dulzura es fácil volver a conectar con la belleza y la magia de la vida.
Es así como suelen alejarse los
miedos, los recelos, las inseguridades y, en su lugar, florecen la confianza,
la alegría y ese amor cálido que surge de dentro y no depende de nada ni de
nadie. Por eso, porque persigo el sosiego y la belleza, cuando me siento
rabiosa, triste, ansiosa, dolida o herida me lo permito.
Me doy tiempo. Sé que la
rabia, la tristeza, la ansiedad, el dolor y la frustración quieren ser
oídas.
Son mis emociones y no puedo ni quiero eludirlas.
Nos sentamos juntas y las escucho sin juzgarlas ni intentar cambiarlas.
A veces, me hablan a través del
cuerpo; se me encoge el estómago, me duele la espalda, el corazón se acelera…
También puede aparecer en la conversación algo o alguien que necesita ser perdonado. Perdonar, perdono siempre.
Es un regalo que me hago. No me gusta estar atada y, al fin y al cabo, todos arrastramos miserias, somos humanos.
Merce Catro Puigautora de los libros "Palabras que Consuelan" y "Volver a Vivir"
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Me
gusta esta autora porque su sabiduría es fruto de la maduración del dolor y
porque logra convertir ese caldo agrio de cultivo de la ira y la frustración en
una serena aceptación del mensaje que conllevan.
Siempre
está receptiva, no rechaza, no se resiste…porque seguramente demasiadas veces ha
puesto muros para que la angustia no la atraviese y se ha dado cuenta que es
etérea y que nos deja clavados en un instante en la boca del infierno, con o
sin ellos.
Posiblemente
mejor dejarla conversar al lado, recoger su mensaje y quedarnos quietos hasta
despedirla.
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