Los enfados, las
críticas, los malos entendidos y la falta de confluencia en el mismo punto de
pensamiento llevan a terminar con las buenas relaciones con los demás.
Somos parciales en
las apreciaciones y defendemos nuestro criterio como si se tratase del único
punto de vista que pudiese existir. Sin embargo, el todo está constituido por
partes, de las cuales cada uno apreciamos una dimensión. Si así lo considerásemos
seríamos, seguramente, menos beligerantes y más flexibles con el resto…y hasta
con nosotros mismos…abriendo el campo de las infinitas posibilidades que
conllevan las aristas de cada problema.
Veamos que nos dice
este cuento oriental:
Hace
muchos años, en un lugar lejano... un grupo de
ancianos monjes, ciegos desde su nacimiento se reunieron para
discutir sobre Dios. Cada cual quería quedar por encima del monje de al lado,
cada cual se creía en posesión de la Verdad, ingenuos pensadores que querían
hacer de las múltiples verdades "Una Sola", la que ellos conocían y
defendían. La conversación, que ya habían tenido más de una vez, repetía las
mismas argumentaciones que en el pasado: "Dios es bueno y
comprensivo", "No, Dios ha de ser justo y por lo mismo, severo",
"Dios nos espera en su reino en los cielos", etc., ni siquiera ellos
podían ponerse de acuerdo.
El
más anciano de todos sacudió la cabeza y suspiró.
- Os dais cuenta de que en todos estos años no
hemos sido capaz de acordar cómo es nuestro Dios. Pero..., si ni siquiera
nosotros conseguimos escucharnos. Anoche tuve un sueño, reunámonos de nuevo
aquí la semana próxima, y espero que avancemos en algo entonces.A la semana siguiente se reunieron de nuevo y, antes de que pudieran empezar su eterno debate, el monje mas anciano hizo que pasaran a un cuarto que desconocían. Allí, les dijo, cada uno tendría que tocar lo que tenían delante, en silencio y sin moverse del sitio adjudicado. Así lo hicieron, y cuando hubieron terminado, se sentaron en círculo.
- ¿Y bien? Qué había en la habitación?
- Era algo inmenso, apenas podía abarcarlo con mis dos manos. (Dijo el primer monje)
- Era duro, casi rugoso, cálido.
- Te equivocas, hermano. Lo que había en la habitación era pequeño y peludo y ligero.
- ¿Qué decís? Lo que había en el cuarto era duro, sí, pero frío, y liso, muy suave
- ¡no sé dónde habéis estado!, refunfuñaba otro. No era tan duro, y podía moverse, era cilíndrico y húmedo al final.
El anciano monje les dejó seguir un poco más antes de revelarles lo que realmente habían palpado: todos estaban hablando del mismo ser, un elefante. Cada uno había llegado a conocer una sola parte del mismo: cola, lomo, colmillo, trompa. Y su cerrazón a ver más allá de la propia experiencia les impedía apreciar el "Todo". Solo era un Elefante. Un solo ser con múltiples apreciaciones.
Al igual que con la verdad, siempre queremos llevar la razón,
siempre pensamos que lo que hay dentro de nuestra cabeza es la "verdad
absoluta" y no solo una parte del puzzle que constituye la totalidad.
¡Feliz
fin de semana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario