Estamos
en una época en la que hablar de amor se ha banalizado. O nos da vergüenza o lo
utilizamos como un vocablo de usar y tirar.
Se habla de amores de plástico, de hoja
delata, de gominola, de sabores y olores distintos, de quita y pon o de tira y
afloja.
Escuchamos
expresiones tales como: “el amor ahora, no dura”, “dicen que se quieren mucho y
a los dos días…”
El
amor parece estar de rebajas. A buen precio, de fácil compra y de rápido
consumo. Un amor que parece no tener nada que ver con aquel que inspiró los
poemas románticos del pasado, o más atrás aún las muertes de los amantes que no podían concebir
la vida uno sin el otro.
Lo
perfecto no existe. Cuando materializamos el sentimiento algo se escapa. Es
como si su fórmula perfecta estuviese en el aire, en la mente, en el
sentimiento o en el corazón pero cuando tenemos que presentarnos de su mano se
deteriora al instante.
Sin
embargo, se sabe si no nos equivocamos cuando hace de “pegamento”. Cuando une
sin atar. Cuando te impele a quedarte cerca. Cuando lo necesitas para seguir un
día más, un paso más.
No
sé si el amor se identifica con una persona concreta, ni si se produce en una
circunstancia definida, ni si se tienen que dar condiciones sin las cuales no
se haga realidad.
No
sé si hay normas que lo metan entre carriles, ni si para él está algo
prohibido.
No
sé si debe ser dulce o si el agridulce también cabe en su interior. Lo único
que parece evidente es que la fuerza mayor de la existencia. Que se vive por él
y también se muere. Algo se muere siempre cuando nos salimos de su burbuja.
De
cualquier forma hay que meterse dentro. Si nos roza estamos perdidos porque
quedaremos pegados para siempre.
Quien lo prueba no olvida su sabor. Ni es la
misma persona, nunca más.
Ama.
Sea como sea. Ama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario