La PNL (
Programación Neurolingüística) nos enseña a crear anclajes. Se trata de
situaciones que se repiten a las que asociamos emociones idénticas. Ejemplos de una de acción de anclaje sería cada vez que tengo la luz roja
en el semáforo, me paro. Cada vez que apagan las velitas de un pastel, cantamos
“cumpleaños feliz”. Ejemplos de un anclaje emotivo sería cada vez que oigo mi
canción favorita, ésta me evoca una situación vivida y recuerdo el hecho con
toda su carga emocional. Cada vez que paso por tal esquina, me provoca miedo y
dolor pues aquí tuve un accidente.
Lo bueno de estas situaciones es el control
sobre ellas; poder elegir qué reacciones deseo tener y cuáles eliminar. Tener
control, en definitiva, sobre mis “anclajes”.
En realidad, consisten en la asociación que
se genera entre un espacio físico y/o mental determinado y una conducta y/o
sensación que se asocia a ellos. En otras palabras, son una relación del tipo
estímulo-respuesta, causa-efecto, medio ambiente-condicionamiento.
Toda nuestra vida está llena de anclajes
buenos y algunos no tan buenos. La Programación Neurolingüística nos enseña
cómo podemos cambiar esos anclajes que nos dañan y nos limitan.
Analicemos ciertas situaciones y empecemos
a ver nuestras limitaciones y reacciones ante ellas: ¿qué hago cuando alguien
me insulta con cierta frase o palabra despectiva? ¿Hay algún nombre que no me
guste porque me recuerda a alguien? ¿Hay algún lugar al que mejor no voy porque
viví ahí algún hecho doloroso? ¿No puedo asistir a algún funeral porque me
acuerdo de cuando murió algún ser querido? ¿No me atrevo a tomar decisiones,
pues de niño me dijeron siempre que no era capaz, y el día que tomé una se
burlaron de mí? ¿Me aterroriza presentar un examen pues el último lo reprobé?
¿No puedo subirme a un avión debido a una mala experiencia vivida? ¿No me
atrevo a manejar desde que choqué? ¿No puedo salir de noche desde que me asaltaron?
Es
con anclajes de este tipo como nos vamos limitando cada vez más hasta acabar
encerrados en nosotros mismos, viviendo situaciones pasadas que nos atan y no
nos dejan vivir plenamente la vida, pues cada vez que las recordamos nuestra
mente las vuelve a vivir en todas sus dimensiones y con la misma carga
emocional, marcando surcos en estas programaciones que nos dañan y reducen
nuestras capacidades como seres humanos hechos para ser y hacer todo en
plenitud.
Existen ejercicios donde se puede eliminar
la carga emocional de un anclaje, y por ende la reacción o conducta ante él.
Para eso hay que identificar plenamente cuál es el anclaje negativo y a qué me
lleva al revivirlo y así darme cuenta qué recurso es el que me falta para poder
afrontarlo ya sin esa carga emocional y esa reacción o acción que me ocasiona.
Esto se refiere a que si me provoca miedo, hay que generar valentía; si me
provoca agresión, tolerancia; si me provoca angustia, tranquilidad; si me
provoca inseguridad o baja autoestima, seguridad; si me provoca coraje,
paciencia, y así sucesivamente. Al lograr sacar los recursos necesarios en
estas situaciones, reviviendo alguna otra donde tuve el anclaje que ahora
necesito, el anclaje negativo dejará de tener el poder sobre nuestra conducta y
emociones ya que fue sustituido por el que necesito.
Es muy interesante que sigáis el enlace del avance
de la película, recientemente extrenada, The Wolf of Wall Street. Para mí, lo mejor de la película se resume en
la escena de este breve tráiler: el browker especialista le enseña al novato
cómo debe resistir la presión a la que se verá sometido cuando ejerza
plenamente en los mercados de la bolsa. Lo primero que le transmite es un
anclaje que le afiance en su poder, en su fuerza, en su valía y en la
superioridad por encima del resto.
Esta sintonía se
convierte en la canción de fondo de la película y en el verdadero puntal para
cada uno de los miembros del gabinete bursátil.
El tráiler está en
inglés y el anclaje comienza en el minuto 5.20, al final casi del video. Es una
pena que no esté subtitulado porque la conversación es interesantísima.
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