Cuando
miras dentro de ti siempre encuentras a otros. Descubres el rastro que ha
dejado su paso en tu carácter y se hace manifiesto cómo vamos adoptando la
forma del amor que vivimos o del que nos ha envuelto alguna vez.
No
todos somos lazarillos para los demás, no todos calamos de la misma forma.
Nadie sabrá por qué hay personas que llegan a tu corazón y lo invaden nada más
verlas, sin necesidad de decir nada y sin ningún esfuerzo por ser afines.
Algunas pasan rozándonos, sin embargo, sin dejar huella aparente pero también
de ellas, seguramente quedó algo.
Somos
las vivencias que experimentamos y las
que construimos con los caminantes que llevamos al lado en ese camino de todos
del que cada uno somos un pedazo.
Es
difícil decir adiós. Todos preferimos un “hasta luego” para dulcificar las
despedidas. Es como si con él quedásemos empeñados en la vuelta aunque sepamos
que nunca la habrá.
Yo
suelo vivir la felicidad con los cinco sentidos. No quiero perderme nada cuando
sucede porque desde el mismo instante en que soy consciente de ella, la estoy
perdiendo de algún modo. Por eso la atrapo en un hueco de mi mente para volver
a recorrerla una y otra vez cuando ya no esté. Y me ayuda a transitar de nuevo
el sendero de las emociones perdidas y a renacer como el ave fénix de sus
cenizas para regalarme la dicha que nunca se fue.
Vivir
es una experiencia tan emocionante y extraordinaria que hasta lo que duele llega
a ser parte de sus bondades cuando se mira atrás.
Vamos
aprendiendo lentamente que nada de lo que nos pasa carece de sentido, incluso
lo más terrible.
Estoy
convencida que aquí se vive tanto el infierno como el cielo y que ambos
espacios imaginarios no están arriba de nuestra cabeza ni debajo de nuestros
pies, sino al lado de nuestro corazón, tirando de él y recomponiéndole una y
otra vez para que se esponje y expanda.
Porque el verdadero objetivo de la vida es que el corazón crezca y
penetre cada vez más en el cuerpo y cuando nos miremos al espejo se refleje su
color bermejo lleno de brillo invadiéndolo todo al instante.
Cuando
uno se hace mayor, poco a poco, va entendiendo que las semillas que han
germinado en su interior son las que nos han regalado el viento traídas desde
otro corazón.
Por
eso, agradezco tanto la presencia en mi
vida de todas las personas que han pasado por ella, porque sin duda, lo que soy
ahora les pertenece a todas y cada una. El resto, lo que no soy, es la parte
perdida en cada elección realizada pero también la ganancia encontrada en cada
acierto.
¡Feliz
comienzo de semana!
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