La vida se mide por experiencias
sufridas, por sucesos superados, por fracasos sobrevividos o por fechas gozosas;
se mide también por instantes eternos y por simplezas divinas.
Vivimos en intervalos. Dentro de
paréntesis en los que somos felices, a caballo entre los errores cometidos y
las equivocaciones repetidas. Somos lo que nos queda por vivir y en ese tiempo,
jugamos a creernos que lo hemos aprendido todo ya.
No nos gusta que nos den lecciones de
vida porque creemos que las sabemos todas. Pero siempre queda alguna,
siempre quien menos te lo esperas te enseña algo nuevo, algo insólito en lo que
nunca habías caído. Un pedacito de novedades con las que te sientes a gusto y todo parece comenzar de nuevo.
Es difícil resistir la vida, como es
complejo aguantarnos a nosotros mismos todos los días. Unas veces sonriéndonos,
otras veces tragándonos las lágrimas, algunas siendo nuestra sombra y las menos,
luciendo como un único sol.
Vivir en los entresijos de la esperanza
nos mantiene impulsados hacia delante, bebiendo de la fuente inagotable de los
sueños perdidos, acurrucados en los anhelos en donde todo parece posible y con
las expectativas de lograr nuestras metas como balón de oxígeno para sobrevivir
la vida que nos quede.
Me identifico con esta definición de
una personita que la dejó generosamente en internet:
…”
La vida me hizo comprender, que un centímetro de amor vacío, es lo más parecido
a un precipicio. La escritura y la poesía me enseñaron a congelar la tristeza,
esquivando la melancolía. Y la música se empeñó en que mi alma, no midiera con exactitud
todo lo que siento. Así me defino y así me invento. Una escaparatista de almas
o tal vez una malabarista de sentimientos (SONIA)…”
Me
parece delicioso cincelar el alma con las herramientas que esta anónima de la
red ha utilizado para sí misma porque en realidad, la felicidad debe estar ubicada
dentro de uno y no obligada al lado de nadie.
Sólo aprendemos cuando hemos sufrido lo
suficiente o nos hemos cansado de lo mismo. A veces una vida solo de desgrana
en la repetición unívoca de un mismo tiempo y eso pesa, llega a agotar y al
final la hace fatigosa y agónica.
Quiero aprender de la felicidad su
letanía melodiosa y profunda. Comprender que un solo día feliz justifica una
vida y que hay instantes que son eternos por siempre.
Hay
que aprender a conservarlos intactos en el corazón y con ellos hacer deliciosos
intervalos a los que poder volver siempre que las lágrimas quieran asomar en
nuestros ojos.
Que estupenda entrada , sin dejar que las demás sean mejor o peor pero esta es que me toca a nivel personal . Cuando se sufre por alguna razón ya puede ser por amor, desamor , lealtad , fracaso , enfermedad, tristeza, adversidades... valoramos cualquier cosa que se pueda medir con el corazón y por experiencia puedo contar que no hay nada más grato que cuando te demuestran de forman desinteresada que somos alguien . Que aún existimos en sus mentes , que aún seguimos siendo útiles para algo , aunque solo sea para dar gracias por una llamada o dar u una sonrisa entre los quejidos de dolor y entre la vista nublada por las lágrimas . Un saludo para todos los lectores y en especial para los que están pasando por momentos de adversidad. (( sientan un abrazo fraterno ))
ResponderEliminarCandela que bello mensaje directo al corazón!!...gracias amiga!.
ResponderEliminarEfectivamente, cuánto se valora un gesto, una mirada, el roce de la mano...de otra persona cuando nuestro corazón llora...incluso cuando ríe porque compartir, aún en esos paréntesis de felicidad que todos deberíamos buscar, es lo único que engrandece y multiplica el gozo.
Un abrazo inmenso!*