No
me gustan los homenajes. Sobre todo porque parece que dedicar un día a un tema
determinado significa que hay que recordarlo y por lo tanto se presupone que se
ha olvidado con anterioridad o que al menos no es lo suficientemente relevante
como para que todos lo tengamos en la mente.
Sin embargo, estamos llenos de días
dedicados “a”… ¿será porque se necesitan?. Yo, al menos, prefiero hacerlos míos
día a día y procurar una consideración cumplida en mi interior, siempre.
¿Cómo rendir nuestra cortesía a los
libros?...!si son tanto!. Realmente significan ojos que ven de otra forma y mundos que aparecen encajando en el nuestro
sin salir de nuestra habitación.
Un libro puede rescatarnos de la
locura, puede ayudar a inventarnos de nuevo, a canalizar la amargura, a rendir
culto a la alegría; a soñar y gozar y hasta a evadirnos de nosotros cuando no
queremos estar dentro.
La experiencia que proporciona cada libro es tan múltiple como los ojos que
lo leen. Siempre nueva, siempre diferente y hasta continuamente distinta para
un mismo lector.
Tengo
libros antiguos, marcados con tarjetitas, subrayados con rotuladores, anotados
con señas a lápiz…libros vivos que siguen existiendo en la estantería y que se
renuevan para mí. Cuando los releo siempre me parece estar sobre otras letras distintas
y con mensajes diferentes. Han crecido y han cambiado. Es una especie de
fenómeno extraño que se metamorfiza conmigo.
No
me gustan los libros digitales, como creo que he dicho en alguna ocasión,
porque me da la sensación de perder su frescura, de cargarnos la piel de las
letras y quedarnos solamente con su zumo.
Me
gusta acariciar su apariencia de papel, la cálida sensación del color de las
hojas o el sonido chispeante del roce de sus páginas al volverlas.
Me
gusta trazar caminos, en los libros, dejar huellas, inventar rastros que más
tarde vuelvo a seguir. Me encanta notar que he pasado antes por ellos y que me
están esperando de nuevo para contarme lo que ha sucedido en su interior desde
que los he dejado.
Son
entes vivos que nunca mueren. Materia activa en continua evolución. Volcanes
latentes siempre dispuestos a vomitar
nuevas ideas de sus entrañas.
Un
libro nunca es igual a sí mismo en la primera vez que lo leímos. Siempre aporta
datos nuevos, siempre nos descubre lo que en un primer acercamiento no vimos,
siempre acude a la llamada nuestra, siempre espera paciente que volvamos a
acordarnos de él.
Por
eso, aunque no me gustan los homenajes, hoy voy a hacer una excepción para
poder concluir que todos somos, de alguna manera, el compendio de los libros
que hemos leído porque de cada uno se ha depositado, en el corazón, una semilla
fértil que sin sentirlo ha germinado en nuestra forma de ver la vida.
Me
gustaría proponer el fructífero ejercicio de releer libros viejos. Ninguna
sorpresa es tan agradable como comprobar que siempre nos esperan con mensajes
nuevos.
Cuando
necesito un hombro amigo, un consejero silencioso y un tesorero de mis
secretos, siempre recurro a ellos.
Como
siempre y una vez más, me esperan pacientes y deseosos de ser elegidos por mi
mirada de nuevo.
Es
uno de los mejores placeres que podemos experimentar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario