Hay lugares mágicos en todas las partes. En un rincón de un paisaje, en una esquina de una calle, en un portal, en una escalera, en el bar de enfrente, en una fuente, en unas manos, en la mirada de un recuerdo, en la tela de una manta…y así hasta agotar una interminable lista de refugios con encanto para el alma.
Pero de todos ellos, los lugares más extraordinarios a los que poder recurrir, están en la mente.
No es difícil llegar a ellos. Basta encontrar un lugar tranquilo, cerrar los ojos y dejarte llevar lentamente por aquellas sensaciones que te dieron bienestar. Así, en el silencio, a solas contigo mismo/a entrarás otra dimensión de tu cerebro, la parte que guarda las sensaciones de dicha, deleite y encanto que nunca olvidaste.
Puede que no estén en la superficie de tu razonamiento lógico. Puede que no aparezcan en tu día a día, ni en el reposo ni la quietud. Este es un ejercicio que va más allá de lo consciente y que se adentra en los laberintos de la conciencia más profunda. Por ello, de forma voluntaria y decidida debes perderte por los caminos de una mente limpia, libre de malestares ni preocupaciones, dedicada únicamente a encontrar los lugares mágicos donde fuiste feliz.
Hay que poner empeño en ello. Hay que decidir encontrar la magia que habita en esos lugares, porque ella ya está en ti.
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