Cultivar la honestidad no es fácil. Hay conceptos que van ligados entre sí: lealtad, fidelidad, honestidad, veracidad y honestidad. Y todos ellos bastante difíciles de practicar aunque nos queramos perdonar con lo contrario.
Es cierto que el sufrimiento forma parte de la experiencia humana. Las personas se dañan unas a otras: dañamos a otros y nos dañan. Saber esto es ver con claridad y entender que este sufrimiento va ligado, en muchas ocasiones, a la ruptura con las bondades que se enumeran al inicio.
La compasión por uno mismo podría resolver, en gran parte, estos daños. Se trata de ir dentro con mucha claridad, de ver que tú mismo/a has estado muchas veces allí, en la raíz del sufrimiento. Has estado enfadado, celoso y solitario. Cuando te sientes solo dices palabras crueles; como quieres que alguien te quiera, y te parece que no lo hace, le insultas.
Los seres humanos compartimos los mismos estados. Entender al otro es reconocer que antes has estado allí, en el mismo punto y actuar en consecuencia. De esta forma se evitarán muchos sufrimientos; concepto, este último, que ahora parece una “elección” pero que es más una consecuencia de no entendernos bien a nosotros mismos y por lo tanto, menos al otro/a.
El único camino digno es la honestidad. Contigo. Con los demás. Pero recuerda que nunca es un regalo. Siempre, una conquista.
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