En las
situaciones difíciles, cuando todo
parece caer y no vemos soluciones por ningún lado, no queda nada más que un
camino. No hacer del futuro un infierno. Nada sabemos de cómo será o no, básicamente
porque no tenemos nada más que el presente y dentro de ese presente, la
inmediatez del momento.
Posiblemente, la
herramienta más eficaz sea esa. Día a día y momento a momento. Centrarnos en lo
que hacemos, en lo que vivimos a cada instante y aunque la esperanza no hay que
enterrarla, encargarnos de disfrutar de lo poco o mucho que tenemos todavía.
Haz del tiempo de
cada verbo un presente continuo.
No queda otra si
queremos resistir la desgracia y todas sus consecuencias.
Veamos este breve
relato.
“Un hombre se presentó
a un maestro y le dijo:
-Mi anterior maestro
ha muerto. Él era un hombre santo capaz de hacer muchos milagros. ¿Qué milagros
eres tú capaz de realizar?
-Yo cuando como, como;
cuando duermo, duermo -contestó el maestro.
-Pero eso no es ningún
milagro, yo también como y duermo.
-No. Cuando tú comes,
piensas en mil cosas; cuando duermes, fantaseas y sueñas. Yo sólo como y
duermo. Ese es mi milagro.”
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