Lo
último de todo nos trae, irremediablemente, unas trazas de nostalgia. Uno,
cuando tiene que valorar un proceso, un tiempo o unos acontecimientos, a su
término, hace una especie de barrido a favor de sí mismo.
Nunca
nos parece demasiado malo lo que ha sucedido y si lo fue, lo miramos con la
esperanza de que mejore.
Comenzar
un año es poco ficticio. Cada uno lo inicia cuando celebra la fecha de su
nacimiento. Entonces, abrimos una puerta al tiempo para que siga su curso.
Hemos
establecido que el fin de año debe celebrarse. En muchos países es lo único que
se celebra por estar desvinculado de matices religiosos. Y se celebra por todo
lo alto.
Para
muchos, la celebración se limitará a un tránsito en solitario, en el mejor de
los casos, o a un paso sin importancia que queda oculto bajo duras condiciones de
vida o de salud.
Para
mí, significará estar con los que amo y no están junto a mí y aquellos otros
que nunca más lo estarán.
A solas, con ellos brindaré por un tiempo
nuevo en el cual la que realmente cambie aquello que no me gusta o me daña, sea
yo.
¡Por
todos los blogeros que comparten estas lecturas y me acompañarán también!
¡Sereno
y cálido tránsito!
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