En
realidad, sólo hay una imperiosa necesidad por encima de todas: amar.
Hasta
que no comprendemos esto no somos felices, ni eficaces, ni abundantes, ni
entusiastas, ni creadores, ni nada.
Podemos
vegetar sin amor. Amor a otro, a otra, a algo, a nosotros, a la vida a cada
acontecimiento en ella. Venimos del amor y nos marchamos con el que
hayamos acumulado. Entre la vida y la muerte todo se reduce al amor que hemos
dado, que hemos gozado, que nos han dado, que nos han arrebatado o que hemos
robado.
No
acumulamos riquezas porque todo lo material no es nada. Acumulamos amores o
desamores. Cuidados o descuidados. Atenciones o indiferencias. Porque en
realidad, más allá de lo que uno da y uno recibe hay muy poco.
Puedes
cerrar tus ojos y pararte para recordar. Lo que sea. Cualquier cosa que
recuerdes va impregnada de amor o de desamor. De alegría o de dolor. De
sentimientos y sensaciones porque de cada cosa que nos sucede es lo que nos
queda.
No
imagino la vida sin amor. Si así fuese no podríamos llamarla vida porque ella
se gesta en el amor y puede desarrollarse sólo en ese caldo. A veces, el caldo
está soso, frío o desaborido; otras, tiene la temperatura perfecta, está
sabroso y es delicioso. De cada uno depende añadir sal, calor o sabor a la
materia que hemos recibido y a la que hemos creado.
Siempre
que te enfrentes a un problema valora la parte que de responsabilidad tienes en
ello. No dejes la culpabilidad de un lado sólo. Todos somos parte de la culpa y
de la solución.
Derrocha
amor, regala amor, vive en amor y sueña con el amor.
No
hay nada mejor.
No
hay nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario