Tenemos
miedo a perder; a quedarnos sin padres, sin amigos, sin amor. Tenemos temor a
que las cosas sucedan aun cuando no nos vayan bien.
He
comprobado que no todos estamos hechos de la misma pasta. Que hay gente
honesta, que sufre, que se entrega, que se compromete y que sostiene su
compromiso. Otra que se deja, que se balancea en el todo vale a costa de todo y
que se adapta muy bien a cualquier caos que sea provocado por ella misma.
Hay
gente sensible, abierta al afecto, franca y sincera. Otra que se recoge en lo
que parece, que siempre salta de escena en escena y que no sabe ni cuál de
ellas entregarnos.
He
aprendido que el peor de todos los males es no estar seguro de lo que uno
quiere porque eso nos lleva al masoquismo, a aceptar hasta aquello que nos hace
daño, a soportar por encima del umbral del dolor, a consentir lo que está fuera
de nuestros principios y a someternos a lo que va en contra de nuestros
valores.
Lo
terrible es confundirnos de persona porque el coste emocional es importante.
Sin embargo, hay que analizar más ampliamente el panorama.
Revisar
el listado de lo que de esa persona nos hace felices y de aquello otro que solo
nos aporta sufrimiento. Quedarnos con el lado de la balanza que suba más alto y
después…dejar que suceda.
Posiblemente,
cerramos una puerta para abrir una ventana.
La de la tranquila soledad, la de
la serena calma que no se vea sobresaltada por temores que recorran, una y otra
vez, nuestra espalda sabiendo que de nuevo nos han engañado.
Que suceda… y que los vientos empujen las naves
de cada cual al mejor puerto posible.
Tal vez volvamos a encontrarnos y podamos alegrarnos de que lo que sucedió fue lo mejor para ambos.
Ya lo pensaré mañana
ResponderEliminarSí es un frase escudo que nos puede ayudar mucho...Gracias* Bs
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