Hace mucho tiempo que leí algo
similar en el libro “Todo
se puede curar” de Martin Brofman. De alguna forma, nuestra energía
interior, muy poderosa, podemos utilizarla para responder a las alertas que el
cuerpo nos da a través de la enfermedad.
Algo no funciona bien. Ha perdido
el equilibrio. No se reconoce como sano y actúa indicándonos lo que debemos
sanar; que muchas veces ni siquiera está relacionado con el cuerpo.
Nuestro cuerpo espiritual sufre
alteraciones con la pésima gestión de emociones que dirige nuestras vidas, en
muchos casos. Cada sufrimiento, sentimiento enquistado, frustración, negación o
resistencia pasa factura. Un pago que haremos sin remedio y que se somatizará
de inmediato…o lentamente, creando una enfermedad larga y profunda.
Lo interesante es tener conciencia
de que las energías pueden desviarse, reorientarse y modificar el resultado.
Si las hemos utilizado erróneamente,
podemos redirigirlas a favor de nuestro equilibrio integral. Y esa es la
herramienta de sanación más poderosa.
Haz un escáner de tu cuerpo; zona
a zona, lentamente; inspirando y exhalando durante el proceso y observa. ¿Cómo
sientes cada parte? ¿te duele?¿sientes hormigueo?¿Frío o calor?¿está
insensible?... este diagnóstico te permitirá conocer qué parte está fallando y
qué sensación te transmite.
Haz silencio interior. Detente.
Escucha. Cuando la información llegue a ti, háblale a tus células amorosamente,
diles lo que te importan, envíales luz y amor.
Sánate imaginando una poderosa
energía regeneradora que pasa sobre tu cuerpo eliminando cualquier rastro de
malestar y restableciendo el equilibrio natural que nunca debió perderse. Diles
con amor que hagan su trabajo y agradece profundamente esta sanación.
Os dejo una reflexión que he
encontrado alusiva a este tema.
Deseo que os sirva.
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háblale a tus células con honda emoción,
pídeles que cumplan bien con su tarea
y que restablezcan su óptima función.
Dirígete a ellas de forma serena
y con la inflexión que mejor te cuadre
con el tono dulce de una madre buena,
o con la firmeza con la que habla un padre.
Pero siempre hazlo de manera suave
como si le hablaras al ser más querido.
Porque en el amor reside la clave,
para que el mensaje sea correspondido
y diles las frases que surjan de adentro,
las que mas te nazcan desde el corazón.
“Vuelvan mis amadas a su justo centro,
recobren ya mismo su alta perfección,
restauren ahora la exacta plantilla
de nuestro perfecto diseño inicial.
Recuperen niñas la luz que mas brilla,
la de vuestra impronta completa y cabal.
Las amo pequeñas y les agradezco,
que aquí en este instante reciban mi amor
y que restablezcan lo que me merezco,
que mi ser recobre todo su esplendor.”
Cuando tú sostienes con suave insistencia
ese sentimiento de alta apreciación,
creas un efecto llamado coherencia
en el magnetismo de tu corazón
y como ese campo se halla conectado
con el vibratorio campo universal,
nos responde siempre si le hemos hablado
con su propio idioma el “emocional”.
Ellas de ese modo captan tu mensaje,
perciben la carga que lleva tu acento
y vibran felices al darle hospedaje
al amor que envías con tu pensamiento
y así agradecidas de que al fin les hables
con tanta ternura, con tanta atención
responden veloces a tu trato amable
apurando el curso de tu curación.
Háblales amigo con genuino afecto
y mientras les hablas siéntete sanado,
saludable, fuerte, vital y perfecto,
con tu cuerpo entero todo iluminado.
Haz que ese cariño se torne ostensible,
haz que lo transmita tu tono de voz
y te darás cuenta que no hay imposibles
para aquel que asume que es parte de Dios.
Fuente: Jorge Oyhanarte.
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