Lo
que sabes no es lo mismo que lo que crees. La sabiduría es interna y parte de
una experiencia previa. La creencia es etérea y se apoya en el miedo o en el
deseo, pero no en el saber vivenciado y asimilado desde lo más profundo del
ser.
Hoy
leía…
”La
sabiduría es un fenómeno totalmente distinto; es experiencia, no creencia. Es
experiencia existencial, no es nada “acerca de”. No “crees” en Dios, lo sabes.
No crees en la reencarnación, la recuerdas; recuerdas haber estado aquí muchas
veces. Y si así ha sido en el pasado, también lo será en el futuro.” (El libro
de la vida y la muerte.-Osho pág. 68-69).
La
experiencia es la clave. Venimos a hacer, no a teorizar. Y si vamos a lo anterior,
a la experiencia nos encontramos con la atención. Donde ponemos nuestra
atención llevamos nuestra energía y ahí, construimos una experiencia.
Aquello
en lo que pones cuidado, que observas, que comienza a interesarte, que conecta
con tu interior, que te arrastra… es en lo que pones atención, lo que se
convierte en tu pasión, en el grado que sea, por el tiempo que permanezca. Ahí,
en ello se cultiva el inicio de la experiencia, de la verdad.
Lo
que vives, lo que haces, lo que aprendes, lo que asumes, lo que asimilas, lo
que te mejora, lo que hace que comprendas, lo que mueve tu compasión…aquello es
lo verdadero. En ello hay que confiar. A ello hay que seguir.
Y
después, si hemos seguido el “hacer”, si hemos “hecho bien”, y esto tiene relación con lo que hayamos
aprendido y con lo que hayamos mejorado, y no respecto de nadie, sino de
nosotros mismos, entonces la vida habrá tenido sentido. No habrá sido una vida
vacía ni desperdiciada.
Así
lo quiero para mí. Así lo quiero para todos.
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