Parece
que mis penas o mis alegrías atraen los dulces panes a mi vida.
Hoy
me han regalado otro; un pan muy especial. Lleno de pipas y cereales, de miel y
cariño. Un pan amasado enterito a base de risas, ilusiones y esperanzas. Con masa
madre, preparada para aumentar el amor que se ciñe en las manos que lo dan
forma.
Cada
vez valoro más estos regalos. Es el pan lo que da el cuerpo a cristo y lo que
alimenta el alma a la vez que el estómago.
Cada
vez que tomo una rebanada me sabe a puñaditos de amor horneados en lo profundo
de lo divino. Cada vez que saboreo su textura parece que me abrazaran las ganas
de ser feliz.
A
veces, uno lleva penas profundas que no tienen palabras.
Tristezas inmensas que
solamente se desvelan hacia dentro.
Amarguras descomunales que se esconden tras las
sonrisas o la alegría.
Siempre
que me siento así, cada vez que miro a lo lejos sin palabras ni pensamientos es
que un trozo de tormento me atenaza.
Entonces es como si el universo me
entendiese, como si alguien respondiese a un lamento que no digo y llega hasta
mi algo dulce y aromático.
Hoy
ha vuelto a pasar.
¡Gracias
amiga del alma!
¡Por
esas manos amansando trocitos de cielo para mí.!
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