Cada
vez estoy más segura de que el objetivo final de la vida es la ilusión, el
entusiasmo y la pasión por lo que deseas, quieres o estimas.
Acabamos de pasar la mítica Noche de Reyes.
Una noche que parece tener significado solamente en los niños. La ilusión es la
que, aun sabiendo que los Reyes Magos no existen, perdura más allá para hacer
de los regalos, algo diferente.
Me
gustaría saber qué se esconde tras los deseos de un regalo. A veces la
necesidad de reconocer el afecto, de materializar el cariño o de empatizar con
las ilusiones del otro.
Cuando
regalamos, al menos a mí, se me expande el corazón. Es como si el entusiasmo
del otro al recibirlo inyectase una corriente de arrebato en mi misma. Su
alegría conecta con la que siento y entonces, sea lo que sea el objeto de la
entrega, me encuentro feliz.
Muchas
personas opinan que no deben existir días marcados para los regalos. Es cierto
que rompe la magia del momento. Pero también es verdad que los regalos tienen
significado y seguro que ejercen una especie de hechizo en ambas personas.
Hay
regalos, los mejores, que no tienen precio. Y esos precisamente
son los que nunca se olvidan, ni se pierden, ni se estropean, ni se disuelven.
No
hace falta nada para regalar. Siempre se puede entregar algo simbólico que
encierre el misterio de una amistad, de un gran amor, de una ayuda, de un
débito…en definitiva de un inmenso agradecimiento por lo que el otro nos
entrega o ha entregado en algún momento.
Esta
Noche de Reyes que ha pasado seguro que nos ha dejado algún regalo de estos, a
veces invisibles a los ojos por carecer de envoltorio y lazo, pero que hará
falta poco para poder encontrar.
Miremos
en nuestro pequeño microcosmos y veamos si hay algún regalo depositado en el
hogar de la nuestra chimenea que mantiene el fuego del corazón.
Busca,
sigue buscando…seguro que lo encuentras.
(Os diré que el mejor regalo que me han hecho se resume en una cartulina muy pequeña enmarcada en un plástico. Su mensaje es de esos que tienen tanto valor que nunca tendrán precio)
(Os diré que el mejor regalo que me han hecho se resume en una cartulina muy pequeña enmarcada en un plástico. Su mensaje es de esos que tienen tanto valor que nunca tendrán precio)
Una vez regalé un lucero; lo envolví en una nube luminosa y lejana, le coloqué un coqueto moñito laboriosamente tejido en una galaxia rosada y lo envié con el mensajero del viento: sé que todavía lo guarda a quien lo obsequié porque en las noches estrelladas lo veo brillar como aquel dia en que viajó raudo a colocarse en ese rincón del cosmos desde donde me mira con nostalgia.
ResponderEliminar...!
Exquisito regalo!, de esos que nunca se pierden, ni se olvidan.
ResponderEliminarHay regalos que dicen tanto sin palabras!, esos son los del valor sin precio***