Me
ha gustado este pensamiento. En realidad, es lo único posible. Un 50% de
creencia segura. Podemos creer en el milagro o en lo contrario. Pero cuando me
pongo a considerar cómo surge la vida y, sobre todo, cómo se mantiene, en
verdad hay mucho de milagroso en ello.
Es
una auténtica maravilla saber que dentro de nosotros hay algo que se impulsa a
sí mismo, una fuerza vital, la energía plena de vivir, un motor que arranca con
el encuentro vital de dos células y que persiste en su funcionamiento hasta que
llega el fin.
Día
tras día, hora tras hora, minuto a minuto…el tic tac de nuestro reloj corporal
acude presto a la llamada de cada función, en cada sistema, para cada órgano,
de día y de noche, con lluvia o calor, enfadados o felices…inexorablemente la
magia de la vida se perpetúa.
Las
personas que no son creyentes, o dicen no serlo, en ocasiones, presentan en sus
razonamientos, una seguridad añadida que paree concederles la certeza que
valida sus opiniones. Igual pasa a los creyentes. Cada uno cree en lo que dice,
de un modo u otro y sin embargo, nadie se da cuenta que lo único que sabemos
tras el fin es que no volvemos a coincidir con el ser que se ha ido en forma
corpórea en la misma existencia. Nada más.
Un 50% de certeza que en ningún caso
evita la magia de la existencia, de ésta que vivimos, de lo que tocamos, olemos
o sentimos cada día.
No
se trata de creer en algo, alguien o lo que sea del más allá. Se trata de
apretarnos al milagro de la vida; esa que tenemos, la que sufrimos muchas veces
y gozamos otras; al privilegio de estar aquí y ahora.
Me
quedo con la segunda parte de la frase de Einstein. Milagro, magia, prodigio, o
maravilla. Yo al menos la siento así.
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