Esperamos con demasiada ansiedad. Nos parece que el tiempo siempre es corto. Trabajamos todo el día, nos divertimos poco, sonreímos menos y somos incapaces de gozar cuando tenemos oportunidad en un desaforado intento de vivir deprisa para agotar las oportunidades que nos da la vida. No sabemos esperar. Nos angustiamos por no recibir la recompensa que merecemos con la prontitud que debiéramos y abandonamos, demasiado pronto, la voluntad de encontrarnos con lo que más nos gusta.
Hay tiempo. Para todo, hay tiempo. No importa cuánto. Mientras quede un soplo de vida, hay tiempo. Tiempo de arrepentirnos, tiempo de saldar deudas, tiempo de rectificar en los adentros, tiempo de pedir perdón, tiempo de empezar de nuevo…La vida está dentro de nosotros. El mundo que vemos, sentimos y experimentamos, también. Por eso. Tenemos todo el tiempo existente reservado en el interior. Basta querer ser perdonado para que se produzca esa reconciliación con la otra persona en nuestro interior; visualizándola y dialogando con ella. Basta querer transmitir amor para recrearnos en él cuando cerramos los ojos y nos quedamos a solas con nosotros mismos. Basta querer soltar la culpa, para arrepentirnos de lo que hicimos mal y quedar liberados. Basta un deseo nuestro para crear la realidad que anhelamos. Todo reside en creer en nosotros. En no atender a las críticas. En seguir nuestras intuiciones. En dar una oportunidad a nuestro corazón para seguir latiendo y continuar con la maravillosa experiencia de vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario