No podemos negar que nuestra estima se construye con aquello que nos hayan
dicho de nosotros, las personas valiosas o cercanas en nuestra infancia. El
efecto espejo es el que realmente explica por qué pensamos de nosotros como lo
hacemos y qué valor nos damos.
También es cierto que a lo largo de la vida uno aprende a “desaprender” y a
quitar el lastre, o al menos a intentarlo, a lo que pesa como una losa
aplastando una buena imagen de nosotros mismos.
Importa mucho el valor que te concedan los demás, pero el secreto está en
que este valor debe venir determinado por el que tú mismo expones ante ellos.
Entonces no tendrán más remedio que asumir lo que vales y si quieren opinar
será a la alza y a partir de ello.
Comparto este cuento que alude al valor de la persona, al que le dan, al
que se queda, al que se asume, al que se transforma.
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Cuentan que dos marineros que iban
navegando por los mares del sur, desembarcaron en una preciosa isla para
descansar.
Los habitantes de la isla les recibieron
con gran entusiasmo y durante varios días les agasajaron con fiestas.
Uno de los días, los marineros decidieron
dar un paseo por la isla y se encontraron con una muchacha que estaba lavando
ropa en el río.
Uno de los marineros se acercó a ella y
le preguntó: “¿Cómo te llamas?”
La muchacha no respondió. El marinero
pensando que no le había escuchado le volvió a preguntar: “¿Cuál es tu
nombre?”.
La muchacha se giró y le dijo: “Lo siento
no puedo hablar contigo sin estar casada antes”.
” Entonces me casaré contigo”, le
respondió el marinero.
El otro marinero le dijo: “¡Estás
loco!””¡Apenas la conoces!” ” Además hay otras muchachas mucho más bellas que
ella”.
“Me casaré con ella”, le respondió el
amigo “y espero que te quedes para mi boda ya que yo ya no me marcharé”.
“Como tu quieras amigo”, le respondió el
marinero.
Y así se dirigieron a hablar con el padre
de la muchacha para pedirla en matrimonio.
“Señor”, le dijo el marinero “deseo
casarme con su hija”
El padre se mostró encantado y le dijo:
“forastero si te quieres casar con una de mis hijas tendrás que pagarme una
dote de 9 vacas”. “¿con cuál de mis hijas deseas casarte?”
“Quiero casarme con la muchacha que
lavaba ropa en el río”, le respondió el marinero.
Sorprendido ante la elección del marinero
ya que sus otras hijas eran mucho más hermosas, le dijo” en ese caso sólo
tendrás que darme 3 vacas “.
El marinero le replicó, “Te pagaré las 9
vacas”.
Y así fue. El marinero se casó con la
muchacha que lavaba ropa en el río y su amigo se quedó a presenciar la boda
para posteriormente zarpar de nuevo.
Pasado un tiempo el marinero volvió por
la isla y decidió ir a visitar a su amigo, Sentía curiosidad por saber cómo le
iban las cosas y si seguía casado.
Al llegar a la isla, vio a un grupo de
hombres y mujeres que iban cantando y bailando. En el centro iba una mujer
hermosísima con el cabello adornado con unas flores.
Se detuvo para contemplar la imagen y ver
la belleza de la mujer.
Al cabo de un rato encontró a su amigo.
Se saludaron con gran entusiasmo y el
marinero le preguntó si seguía
“¡Por supuesto!”, le dijo él. ” De
hecho te habrás cruzado con ella de camino”.
El marinero no recordaba haberse cruzado
con ella.
“Si”, le dijo el amigo. “Hoy es su
cumpleaños y están celebrándolo”
¡Era la mujer que iba en el centro
bailando!.
“¿Cómo es posible?”, le dijo el marinero.
“Esa mujer no se parece en nada a la muchacha que yo conocí”.
“Muy sencillo”, le contestó el amigo. “Me
dijeron que valía 3 vacas y yo la traté como si valiese 9 vacas”
Trata a un hombre como lo que es y seguirá
siendo como es; trátalo como puede y debe ser y se convertirá en lo que puede y
debe ser. Goethe
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