Muchas
veces nos encontramos solos, pero con una soledad en el alma infinita a la que
nadie responde. Y eso que la peor soledad no es la física. Uno puede estar solo
pero estar lleno; de pasiones, de hobbies, de entretenimientos y actividades
que completen el día. Lo peor es sentirse solo entre la gente o perdidamente
solo entre los que amas.
Hace
un par de días me crucé en el portal con una vecina que se ha quedado viuda
hace un año. Difícilmente ha ido cogiendo el tono a la vida de nuevo, muy poco
a poco. Eran de esas parejas maravillosas que todos quisiéramos para nosotros.
Siempre juntos, siempre ocupados en el otro. La falta se hace imposible
entonces y el vacío dura mucho tiempo.
Mi
vecina descubrió de golpe que la soledad mayor no se la había dejado su marido,
sino sus propios hijos.
El
otro día estaba en el portal esperando un taxi. Enrollada en una bufanda con
los ojos llenos de gripe …y lo peor, de lágrimas.
Uno
de sus hijos no atendió su llamada; el otro dejó que la respuesta de su mujer
mandase el mensaje. Y ahí estaba sola, tal y como ella le indicó. Un taxi fue
la solución para unas urgencias a las 11 de la noche.
Uno
se plantea que soledad duele más. La ausencia del marido o la distancia de sus
hijos.
Me
dejó mal. Sentí que estamos en un mundo de desconocidos aún con los nuestros.
Casas isla. Cada uno ocupamos un cubículo en los edificios en el cual, cuando
se cierra la puerta, estamos solos. A veces en compañía, otras junto al eco de
la casa recibiéndonos indoloro.
Hay
que aprender a salirse del grupo porque parece que eso es lo que nos toca.
Pertenezco
a una generación cuyo objetivo didáctico era enseñarnos a trabajar en grupo.
Socializarnos, respetar opiniones, turnos de palabra y pensamientos diferentes.
En la cual, estar con los demás era el premio. Parece que ahora hemos
desaprendido esta lección y ni siquiera los vecinos significan nada.
No
sé qué mundo estamos dejando. Tengo la esperanza de que la vida se distribuye en
ciclos y éste sea uno de los descendentes y que esté a su término.
Eso
espero.
Todas las soledades duelen, porque no hemos nacido para estar solos. Lo importante es tomar consciencia de la Gran compañía que tenemos a diario, miremos donde miremos.
ResponderEliminarA ese punto hay que llegar mi querida amiga. Impregnarnos de la compañía de todo lo que nos rodea. No queda otra. En realidad somos parte de TODO y somos TODO. Ahí está el secreto.
ResponderEliminarUn beso*