Comenzamos el día con el fragmento de un libro muy
interesante.
¡Feliz jornada a todos!
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Una
etapa que termina, una pareja que se disuelve, los hijos que se van de la casa,
amigos que quedan en el camino, cambios en nuestro cuerpo, en nuestro entorno,
en nuestro trabajo… Algo muy dentro nuestro quisiera que todo se quedara
quieto; así estemos anhelando el cambio, le tememos (y mucho más cuando no lo
anhelamos!). Pero la vida es impermanencia. Y esa impermanencia es,
curiosamente, la que, si trabajamos sobre ella, puede vincularnos con algo
inmutable que es nuestro núcleo.
En la Psicología del Budismo Tibetano hay una palabra para definir
parte de lo que nos sucede ante este tipo de situaciones: shenpa. Se lo considera un síndrome (un conjunto de signos internos
que trastorna nuestra vida emocional y mental).
Urgencia
por controlar al otro, urgencia por disimular el paso del tiempo (cuando nos
apegamos a una etapa, un cuerpo que ya no tenemos, un rol que ya no cumplimos),
compulsión por actuar de un modo que nos es habitual (sentimiento muy similar
al de requerir una sustancia estando en situación de adicción)… Urgencia por
lograr que se nos pase la ansiedad del cambio, como quien siente picazón (dice
Pema) y quiere rascarse ya para que se le pase ya.
Cuando realmente
abordamos el trabajar con un apego determinado (lo cual es una tarea honda,
compleja, dolorosa… y liberadora), lo que estamos haciendo, al intentar una y
otra vez soltar, es ser pacientes escultores de nuestro cerebro.
Al
realizar un proceso interno de desapego estamos (como el adicto en relación a
su sustancia) desactivando ese modo habitual (de allí la palabra “hábito”,
aunque sea emocional) con el que el cerebro ha ido funcionando. Con ello,
estamos retejiendo conexiones neuronales que ya no se ligarán en forma
automática en el repetido circuito de siempre.
De modo que cuando
alguien logra soltar, cuando alguien consigue tenerse paciencia en ese largo
proceso, lo que ha hecho es modificar su cerebro (lo cual implica un honroso
mérito!), y, con ello, modificar el modo en que cerebralmente está codificada
lo que uno llama “mi identidad”.
EL SINDROME SHENPA: Soltar, morir, renacer.
Y "Etapas del duelo" y libros de Elisabeth Kübler Ross. Y Terap
Sé que un hábito se rompe o se adquiere en 22 dias seguidos en uno u otro sentido.
ResponderEliminar! Pamplinas ! me reprocha el Marqués quien asegura que cuando él quiera dejar de fumar lo hará cuando él lo decida.
Me tomó 90 dias para dejar de hacer hace muchos años y no 22, pero igualmente lo logré.
Romper las ataduras que nos ligan a otro ser creo que pasa por algo mas que solo desearlo; la fuerza de la costumbre adquirida en años y años de convivencia no solo implica fuerza de voluntad para no "recaer" como el adicto sino la convicción de ser nuevo en cuando a pensamientos habituales.
Me gusta la filosofía tibetana, es un camino intrincado pero que lleva a la paz interior...la verdadera.
Enriquecedora reflexión hoy la que nos llega del mar. Efectivamente hay una adicción ante cualquier rutina, cualquier hábito...incluso afectivo, sea bueno o incluso malo.
ResponderEliminarReprogramar la mente, cambiar vías de desarollo del pensamiento...lleva su tiempo, no es sencillo pero quiero creer que se puede!.
Gracias por tus aportes.