No todos necesitamos
las mismas respuestas ante idénticos problemas. Cada uno estamos llenos de algo
diferente. Somos de una manera distinta y tenemos necesidades también
contrapuestas. Por ello, no sirven métodos generalizados, ni esquemas
preelegidos, ni sistemas demostrados, en nada.
Ni en educación, ni
en afectos, ni en las transacciones, ni en las metas, ni en el desarrollo de los
proyectos…realmente en ninguna de las acciones que haga cada uno.
Medir por el mismo
rasero no tiene sentido. Nada es igual en nadie por eso ninguna de nuestras
respuestas deben serlo.
Os dejo una
reflexión concentrada en un relato.
La primera visita fue la de un hombre que preguntó:
- Maestro, ¿Dios existe?
- Sí – fue la lacónica respuesta.
En la segunda visita una mujer también preguntó:
-Señor, ¿Dios existe?
- No – fue en esta oportunidad la contestación.
En una tercera visita un joven interrogó:
- Iluminado, ¿Dios existe?
En esta ocasión, el Maestro guardó silencio, y el joven se marchó sin una respuesta a la pregunta formulada.
El discípulo, desconcertado por la extraña conducta del Maestro, no pudo por menos que preguntarle:
- Señor, ¿cómo puede ser que a tres preguntas iguales hayas respondido de modo diferente cada vez?
- Lo primero que has de saber – contestó el Maestro – es que cada contestación va dirigida a la persona que pregunta y por tanto no es para ti ni tampoco para nadie más. Y lo segundo es que he respondido de acuerdo con la realidad y no con las apariencias. En el primer caso se trataba de un hombre en el que mora la divinidad pero que ahora vive un momento de oscuridad y duda, por eso he querido apoyarlo. El segundo caso se trataba de una mujer beata apegada a las formas externas de la religión que ha descuidado a su familia por atender el templo, y por ese motivo es bueno que aprenda a encontrar a Dios entre los suyos. El tercer caso se trataba sólo de alguien que ha venido a verme por curiosidad y sencillamente ha improvisado esa pregunta como podía haber hecho cualquier otra.
Es cierto, nada ni nadie vibramos en la misma frecuencia y cuando esto sucede no es posible transmitirlo a los demás pues la experiencia sublime lo es por original e intransferible. Cuando yo era niña mis padres decían querer a todos sus hijos por igual..., y cuánto hubiera dado de haberme sabido explicar entonces, por pedir mi parte, la única que a mí me correspondía por ser yo misma. Es cierto, cada ser pide una cosa..., dar lo que te pidan, únicamente. Esa es una de las claves de la empatía del reconocimieto. Cada uno en su lugar. Nada ni nadie mejor o peor, nada ni nadie víctimas del juicio ajeno, únicamente tú y yo contigo...,
ResponderEliminarCerteza en tus palabras. Un abrazo
Efectivamente Xara. Nadie provoca en cada uno de nosotros idénticas emociones y sentimientos, ni respuestas por tanto. Tampoco es verdad que aunque parezca justo y necesario querer a "todos" los hijos por igual, se pueda hacer.
ResponderEliminarCada uno hace de nosotros un mundo diferente y nos comportamos de acuerdo a lo que la otra parte provoca en nosotros.
Un beso y feliz día*