Hay
muchos mundos que están en éste. Ámbitos que ni soñamos, tanto por su
excelencia como por su miseria. Y en el medio estamos nosotros, encerrados en
el pequeño ángulo de visión que nos aporta el nuestro.
Pienso
muchas veces que la queja es un acto tan frecuente como innecesario. En primer
lugar porque nada se resuelve quejándonos y más tarde, porque efectivamente hay
situaciones tan sumamente pésimas que deberíamos tenerlas, al menos, como
referencia para valorar lo sencillo, pero gratificante, de nuestro día a día.
Los
lujos aportan ilusión, entusiasmo y goce mientras los vives. Crean una adicción
imperdonable que se presenta casi
obscena cuando viajamos a algunos lugares donde la indigencia y la desdicha
ponen su acento.
No
entiendo las desigualdades. Al menos tan fuertes. La injusticia es un concepto
que se desdibuja cuando pensamos que todos deberíamos tener las mismas
oportunidades o incluso cuando, que aún siendo lícita las diferencias, todos
deberíamos aprender a jugar bien nuestras cartas, esas que se reparten al nacer
y cada uno juega a su estilo.
Es
muy importante viajar y ver más allá de nuestras estrechas miras. Cuando uno se
sumerge en otras culturas, en otras sociedades, en formas distintas de ver y
sentir, comprende que hemos de expandir la mente y flexibilizar nuestros
criterios. En realidad, todo es válido según en qué contexto. Y uno se da
cuenta de que todo es relativo, que los imponderables no existen y que hay que
desmontar los andamios de los prejuicios para poder expandir el corazón, comprender
lo nuevo y crecer con ello.
Lo
más gracioso es que es muy fácil integrarnos, a veces, en lo que vemos y nos
rodea. Tanto que por un tiempo olvidamos nuestro pequeño mundo de comodidades o
nuestro reducto de desventuras y desazones.
Viajar
es en sí mismo, es un inmenso lujo que tiene un sin fin de ventajas. Desde
aprender a mirar con otros ojos, hasta valorar lo que nos parece desgraciado e
indeseable en nuestra vida porque seguramente, cuando regresemos a nuestra casa,
daremos menos importancia a lo que no la tiene y más valor a lo que pasa desapercibido
ante nuestra mirada.
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