Sabemos
que somos fuertes. Y si no lo sabemos llega la vida y en un momento nos pone a
prueba. De repente nos encontramos con las personitas débiles que creímos ser
superando adversidades, haciendo frente a problemas de calado profundo,
asumiendo retos para los cuales siempre pensamos no estar preparados y
conduciéndonos rectos por caminos torcidos.
Es
fundamental estar bien con uno mismo, conocerse y asumirse, perdonarse y
empujarse hacia delante siempre. La soledad no tiene por qué ser ostracismo. Saber
vivir en armonía con uno mismo es uno de los mejores retos que podemos
conquistar. Pero una vez conseguida la sintonía con nuestro corazón, hay que
buscar caminos donde la cooperación nos engrandezca, donde la cercanía nos
envuelva y donde la unión haga la fuerza.
No
hay nada más fuerte que el amor. Nada más sólido y definitivo. Nada que pueda
romper todo lo que él crea continuamente. Porque el amor es un inmenso
generador de energía. Te impulsa, te anima, te hace sentir pleno, te mueve
hacia delante y te derrama en el otro.
Por
eso, estoy convencida de que el mundo que ha de venir, el cambio que debe
operarse tiene que arrancar del amor, de la compasión, de la solidaridad, del
convencimiento de que unas manos unidas son la cadena más fuerte que puede
existir y sobre todo, porque tengo la absoluta seguridad de que el pilar más
sólido lo constituyen los corazones que laten al mismo son.
A
lo largo de mi vida me he convencido de que mi generación nos hemos educado en
la competitividad, en la lucha a codazos con el compañero, en la creencia de
que la aptitud, el talento y la idoneidad se demostraban en solitario y sobre
todo, de que había que llegar el primero a la meta si querías ser una persona
excelente y valorada como tal.
Hoy,
estoy plenamente segura de que colaborar con el de al lado no resta mi valía,
ni anula mis virtudes, ni las esconde tras el brillo del otro porque cada uno
tenemos nuestros propios destellos, diferentes siempre a los del resto, únicos
e irrepetibles y todos juntos podemos hacer un sol.
Con
esa convicción guío cada uno de mis pasos ahora.
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