Cuando pienso en la forma y el fondo de
una persona, me da la impresión de que deberían ser dos realidades soldadas a
un mismo patrón. Dos pieles que se unen en el interior para recubrir lo mismo.
Una sola capa con dos estratos tan sumamente imbricados que no dejen lugar a
ningún poro por el que iniciar la separación.
La forma ha de ajustarse a lo que
llevamos dentro. En ocasiones somos verdaderos magos a la hora de colocarnos el
vestido exterior y disimular lo que somos. Una veces por vergüenza, otras por
orgullo, algunas por miedo y la mayoría por tratar de demostrar que hay lo que
no hay o que es otro el que nos habita.
Podríamos cuestionarnos qué importa más
de ambas dimensiones. ¿Acaso es mejor una excelente forma con la que hacernos
un hueco en un mundo que selecciona por las apariencias? o mantener la dignidad
de un fondo lo suficientemente nítido como para dar coherencia y rigor a todos
nuestros actos?.
Podríamos pensar que la situación ideal
es poseer ambas cosas. Que lo mejor está en coincidir plenamente una y otra y
que, en definitiva, podemos conciliar el ser, con el deber ser o el parecer.
Si de algo estoy segura es de que me
importan las formas, los modos, las maneras…qué duda cabe que son una tarjeta
de presentación inestimable, pero sobre todo me importa el fondo. Qué hay más
allá de lo que los ojos ven, qué detrás de la pantalla opaca que todo lo cubre,
dónde se encuentran las verdaderas convicciones por las que más tarde nos
movemos y en qué parámetros se fundamenta la vida para poder sobrevivirla con
posibilidad de éxito.
Ante un peligro solamente podemos huir
o luchar, al menos son las herramientas de supervivencia heredadas de nuestros
antecesores, los primates. Sin embargo, hoy en día y en este nuestro punto de
evolución, hemos añadido una categoría nueva a las posibilidades de respuesta,
la de quedarnos paralizados a ver cómo nos devoran los problemas de la vida.
De cualquier forma, ante ellos y ante
cualquier evento no previsto, lo mejor es mantener la misma identidad en
nuestra forma, tanto como en nuestro fondo.
Alguna vez me han dicho que soy
demasiado transparente. Para mí es una virtud aunque en ese momento me lo
estuviesen imputando como defecto. En definitiva, los que están en frente saben
rápidamente como soy, como vengo y cómo me iré. Eso, hoy en día, es un
privilegio porque de confusiones con los demás estamos hartos y de componendas
en nombre de la verdad, que son mentira, también.
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