Una de las circunstancias que nos producen más impotencia y
dolor es no ver cumplir expectativas que dependen de otros. Manejar las
situaciones a tenor de lo que siente el corazón tiene el riesgo de quedarnos
con el vacío solamente, pero aún así, hay que arriesgar.
Siempre he pensando que la felicidad es una llave que
debemos custodiar únicamente nosotros. Ponerla en manos de los demás es ceder
el poder de manejarla a su antojo y no a favor de nuestras necesidades. Pero esto
que se teoriza tan bien, se ejecuta mal.
Generalmente nos sentimos conformes cuando nos encontramos
en una situación grata que nos envuelve y nos trasciende; el peligro es
identificar este escenario con los actores que se mueven en él. Cuando
comenzamos a focalizar lo que sentimos en una persona, asociando nuestras
emociones a su presencia, a sus movimientos, a las sonrisas y miradas…hemos
iniciado un camino difícil de abandonar. Rápidamente surgen las expectativas y
el objeto de deseo puede llegar a convertirse en la causa del tormento más insidioso.
El otro… es un mapa por descubrir. Sus senderos, sus caminos
o los trazados de su corazón no deben ser sino vías de tránsito por las que
iniciar, paso a paso, nuestro propio recorrido sin esperar encontrar nada
definido. Realmente, cada persona tiene, dentro de sí, atajos diferentes para
los demás y no todos los otros pueden llegar hasta el mismo punto, una vez
avanzado el trayecto dentro de ella.
Una forma inteligente de no sufrir, es no esperar. La vida
debe fluir con las pautas que el destino nos tiene reservadas. No vale tratar
de cambiar su rumbo; en este sentido, siempre que pienso en ello, se me
representa el curso de un río y su continuo fluir. Cuando un obstáculo se pone
en su camino, el agua rodea, bordea y se acomoda a un nuevo trayecto. Ninguna
piedra detiene el río. Ninguno podemos detener lo que deba sucedernos, antes o
después. Lo que sucede es que podemos intervenir en cómo esperar que ocurra lo
que deba: anhelando que suceda, esperando que se produzca, sufriendo
inmensamente mientras tanto…o yendo al encuentro de lo que está por llegar con
la serenidad en el alma de que nada debemos esperar del otro que se ajuste a
nuestro deseo…simplemente creer firmemente en que algún día lo que tanto
anhelamos se ha de producir, así sin condicionar el libre fluir de su
acontecer.
Yo al menos me siento más tranquila dejando que el destino
me sorprenda una y otra vez sin ser yo la que espere que lo haga por el camino
que deseo. Al menos me evito algún sufrimiento que otro…que no es poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario