Nuestros
fantasmas siempre están deseando encontrarnos. Si hemos logrado esquivarles,
van en nuestra búsqueda a toda prisa y siempre tratan de superarse en la
carrera contra quién les ha dado la vida.
Podemos evitarles por un tiempo e
incluso creer que se han ido, pero en todo momento están ahí, acechando sin descanso
para recordarnos que viven pegados a nuestra piel y que sólo despojándonos de
ella podremos perderlos de vista.
Pienso, a veces, que uno es lo que
quiere ser. Qué las posibilidades de ser más y mejor están siempre en nuestras
manos, de alguna forma, pero que los espectros de aquellas barreras que lo
frenan siguen ahí para impedirlo, si no actuamos.
Una persona cercana a mi entorno me
recuerda, constantemente, que efectivamente nadie cambia si no quiere. Y que
los cambios, a través de los cuales debemos transformarnos, son tan exigentes
con nosotros que preferimos seguir cojeando de por vida.
Cuando observamos la deriva a la que
algunos individuos se someten, por no cambiar de actitud, nos provoca una
inmensa impotencia que nos gustaría resolver con firmeza. Sin embargo, cada uno
debe arar su terruño. Equivocarse en solitario para sufrir, también en soledad,
las lecciones que le hagan, de verdad, variar su conducta.
En realidad uno siempre está sólo. Sólo
sintiendo, sólo sufriendo o amando. Sólo cuando duda o en el momento de gozar.
Se puede compartir lo que manifestamos pero no lo que sentimos.
Ahí, adentro, siempre estamos solos. Sin embargo, es
una paradoja inconmensurable porque ahí también, en esa soledad, es donde en
mayor medida estamos acompañados. Custodiados por el amor de quienes nos han
amado, por el calor de aquellos que nos han acogido en su alma y sobre todo,
por la cercanía afectiva de los que tenemos la suerte de tener al lado, si es
que nos la regalan.
Los
fantasmas siempre vuelven, otra cosa es que queramos darles paso o no. Por si
acaso y mientras tanto, tengamos preparada la llave que cierra la puerta de
acceso a nuestra demencia y tengamos la sensatez de cambiar todo aquello que no
obre en nuestro favor.
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