Saber
abandonar es a veces una virtud. Sobre todo cuando lo que se deja nos
perjudica. Sin embargo, “abandonarse” debe quedar fuera del diccionario de nuestro
registro mental.
De vez en cuando, debemos hacer un
repaso por nosotros mismos para determinar aquello que no nos gusta y podemos
cambiar para mejorar. Uno debe estar a gusto consigo mismo pero sin auto engañarse.
Muchas veces sostenemos que nos vemos bien. Nos perdonamos con mucha facilidad siempre
que caemos en aquello que nos afecta hasta que de nuevo se instala la cordura
en nuestro criterio y volvemos a castigarnos con la idea de cambiar de hábitos.
Lo que opinan los demás no debe ser
determinante para decidir. Somos los que vamos a ir siempre con nosotros, hasta
el final de nuestros días, por eso debemos llevarnos bien y no discrepar en los
criterios que nos aplicamos. Lo importante es sentirse bien y cuando aludo al
bienestar no solamente me refiero al físico, sino sobre todo al mental.
Muchas veces reconocemos que debemos
cuidarnos pero la rutina, las insatisfacciones y la priorización del resto,
hace que nos ocupemos muy poco de nuestra persona.
Amarnos a nosotros mismos pasa por
gustarnos, mejorar y sentirnos en sintonía con el “deber ser” que creamos cada
uno.
Los años no deben aportar trabas a este
quehacer. Al contrario. El tiempo que tengamos debería contar a nuestro favor y
en vez de animarnos al abandono, relanzarnos hacia la mejora.
No es verdad que “ya no importe”…siempre
importa el punto en el que nos encontremos, siempre la voluntad de progreso,
siempre el interés por lo que podamos llegar a ser.
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