Hace
escasos días hablábamos de la técnica de la Mecedora como ejercicio práctico
para reconectar con la calma necesaria al encontrarnos dentro.
Hoy,
siguiendo la pauta del control emocional propio, nos acercamos a la denominada “Técnica
de la Tortuga”. Inicialmente se ideó
para enseñar a los adultos a manejar la furia, pero luego se extendió igualmente
a los niños ya que era muy eficaz para reducir la frecuencia de las conductas
agresivas.
Se
compone de 4 pasos:
1.
Reconoce
cuándo estás enfadado o fuera de control.
2.
Detente
y piensa.
3.
Métete
dentro de tu caparazón como una tortuga, respira tres veces profundamente y
deja que en tu mente se deslicen pensamientos tranquilos.
4.
Sal
de tu caparazón cuando estés tranquilo e idea una solución para tu problema.
En
realidad, nuestra incapacidad para controlar nuestros impulsos emocionales es
lo que origina muchos de nuestras equivocaciones y errores.
Las
autoinstrucciones y el habla interior pueden ayudarnos. Continuamente nos damos
una versión de nosotros mismos o de nuestras experiencias pasadas y en
ocasiones pueden ser muy destructivas o paralizadoras.
Si
una persona continuamente se repite “soy una inútil” o “mi vida es un fracaso”,
se está vampirizando a sí misma destruyéndose continuamente.
Lo
que nos diferencia como humanos es la capacidad de anticiparnos a los sucesos y
la de elegir. Ambas reguladas por el lenguaje interno ante un mundo siempre
cambiante.
Monet,
gran pintor impresionista quiso pintar el paisaje de una manera nueva. Captando
el cambio. No fijándose en la estabilidad de las cosas, sino en el cambio de
ellas con la modificación de la luz, siempre activa, inquieta y variable…
…”Un
paisaje, decía, no tiene la menor existencia como tal paisaje, ya que su
aspecto cambia a cada momento. El sol va tan deprisa que no puedo seguirle. Esa
luz que se escapa llevándose el color es algo espantoso. El color, un color, no
dura ni un segundo”…
Estos
pensamientos de Monet le llevaron a otra forma de pintar. Por medio de las
pinceladas amplias y grandes pretendía captar la fugacidad de la luz y sus
tonalidades; una forma de ver la realidad puede ayudarnos si tratamos de hacer
un paralelismo con el paisaje interior.
Nuestras emociones varían por momentos, nunca
encontramos la misma respuesta ni siquiera, ante las mismas preguntas.
Es
evidente que nuestros ojos miran según lo que queramos ver. Pensemos con
pinceladas de trazo amplio y ayudémonos a captar lo mejor de cada momento para
tenerlo dispuesto cuando dentro de nuestro caparazón de tortuga tengamos que
serenarnos tratando de encontrar una solución.
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