No
he visto nada más tierno y delicioso que este video sobre la solidaridad innata
que nos acompaña en la infancia y que, como otras muchas actitudes y
sentimientos que en ella son puros y transparentes, se van perdiendo cuando
crecemos.
Se trata de un experimento realizado
con niños muy pequeños, muchachos que no se conocen, que a veces no hablan y si
lo hacen, no se entienden por ser de países diferentes. Pero es que las
palabras sobran ante la necesidad del otro y ni la raza, ni el lugar de nacimiento,
ni la condición social, ni absolutamente nada importa a estos pequeños que sin
pensarlo, reparten su comida solamente con la advertencia de la necesidad del
otro.
Merece la pena observar y hacerlo
detenidamente. En esos momentos en los que uno es consciente de lo que hemos
perdido al abandonar la infancia, es donde querríamos dar marcha atrás y
empezar de nuevo. Tal vez para remediar la estupidez que nos va invadiendo poco
a poco cuando nos vamos haciendo mayores; la tontería de marcar las diferencias,
lo absurdo de atesorar materia solo para nosotros y sobre todo, lo indecente de
sentir la carencia de los cercanos y ni siquiera querer mirarla.
No somos compasivos, no somos
solidarios, no somos cooperativos y sin estas cualidades no somos humanos o
cada vez nos alejamos más de lo que la palabra humanidad tiene de bondadosa
para convertirla en un esperpento de la realidad absurda en la que siempre nos
creemos mejores y superiores al resto.
No podéis dejar de verlo. Aquí dejo el
enlace:
Espero
que os resulte tan tierno, agradable y motivador como lo fue para mí. Pero
sobre todo deseo que algo se nos mueva en el interior y comencemos a ser…un
poco niños de nuevo. Solamente veo grandeza en ello.
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