Nos pasamos la vida
temiendo las opiniones ajenas sobre nuestra persona. Intentamos gustar a la
mayoría y llevarnos medianamente bien con todos. Sin embargo, poco a poco nos
damos cuenta de que lo que la gente dice de nosotros nos importa demasiado y lo
advertimos cuando notamos lo que nos duelen los comentarios. A veces, las
críticas nos cambian el carácter y nos hacen retraídos y esquivos. Temerosos de
la demolición que suponen las opiniones adversas, solemos ocultarnos bajo una
capa de miedos que nos impiden ser abiertamente nosotros.
Lo que la gente dice de ti, sin embargo, no tiene nada que
ver contigo. Cae dentro del ámbito de su opinión, siempre subjetiva y personalísima
que no debe afectarnos. Cuando otros ojos nos miran lo hacen desde su
particular historia, desde su experiencia, desde sus carencias y presencias,
desde sus escaseces o sus miserias. Nos culpan de la existencia de sus propios
fantasmas, de sus recuerdos, de lo que debieron hacer y nunca hicieron, de sus frustraciones
y creencias. Desde lo deformado de su vida o desde el exceso de sus vivencias. Pero
todo ello, nada tiene que ver con nuestra realidad. Por eso, lo importante de las
críticas no es su contenido, sino la actitud que nosotros tomemos ante ellas.
Solamente cuando entendemos que lo que la gente dice de
nosotros es exclusivamente de ellos, es cuando no tomamos las palabras de forma
personal, cuando no las contrastamos con lo que nos sucede y cuando no nos
duele la injusticia de lo que se expresa. Si tomamos consciencia de que la
gente habla solamente de sí misma al juzgar, porque lo hace con sus propios
miedos, temores o prejuicios entonces no tenemos la necesidad de reaccionar
ante ellos, de comportarnos en contra o de asestar el mismo dolor hacia quien
lo expresa.
No acumular sentimientos negativos siempre nos hace bien.
Estamos acostumbrados a
vivir pendientes de los demás, tratando de complacerlos y convencidos de
que debemos ganarnos su afecto a base de
gustarles, pero nuestro valor no depende de ellos, ni mucho menos de sus opiniones.
Somos valiosos por nosotros mismos y en nosotros mismo, lo diga el resto o no. Y
con esa valía que todos tenemos debemos aceptar serenamente que las críticas
son respetables, pero solamente son opiniones personales de quien las emite y
en él deben quedar.
Cuanta razón tienes flor y nata,cuanto nos importa los que los demás digan de nosotros.
ResponderEliminarLas personas tenemos tres facetas, como somos,como queremos que nos vean y como nos ven los demás,y esto es determinante para e trato que los demás tiene hacia nosotros, porque dependiendo de como nos ven, de como llegamos a los demás recibimos un trato u otro de los demás, que nos juzguen de manera u otra...y ahora es cuando digo yo porque no aparecer como en realidad somos?qué miedo tenemos a hacerlo? por qué no lo hacemos?.
yo os puedo asegurar que después de lo último que he vivido y de lo que he salido absolutamente reforzada nunca mas volveré a ser quien no soy, nunca mas dejaré que me quieran por lo que no soy,por como no soy,y sino me quieren por quien soy en realidad, es que no me merecen, es mejor que no me quieran, pero cuidado que tampoco me juzguen porque ni siquiera para eso me merecen.
Mi querida lectora, lo que más me ha gustado de tu intervención es la frase:..."Nunca volveré a ser más lo que no soy"...es grandiosa la defensa de lo que somos porque es la única autenticidad posible. Y solo con lo real de lo que somos podemos amar y dejar que nos amen.
ResponderEliminarUn beso*