Las
crisis nunca llegan solas. Traen consigo desgracia tras desgracia. Tantas y tan
seguidas que se hunden hasta el fondo de lo posible para continuar
descendiendo. Sin embargo, ante este panorama generalizado de caos que parece
afectar a todo, se impone la capacidad creativa del ser humano. Su fuerza de
voluntad por no perecer en el torbellino que todo lo arrebata y esa inmensa
voluntad de regenerarse que hace posible que los ciclos continúen.
Estoy convencida de que todo en la vida
es cíclico. Se trata de etapas que se suceden sucesivamente. De ondas que se
distribuyen en una línea continua. De cimas y simas que se alternan entre el
pánico al descenso y la agonía de la escalada. Un tiovivo siempre en
funcionamiento que nos permite suponer los pasos que debemos dar en la
siguiente caminata.
Esto se puede llevar a cualquier
terreno de nuestra vida. Los afectos, los amores, los sentimientos y las
relaciones también se ven afectadas por estos altibajos en los que podemos
pasar de la cima a la falda de la montaña en escaso tiempo.
Lo mejor de las crisis es salir de
ellas. Son auténticos retos que nos ponen a prueba y nos permiten demostrar
nuestra inteligencia múltiple. Es más, estaría dispuesta a afirmar que todos
tenemos una inteligencia polifacética, multicolor y multifuncional. Un
razonamiento que podría dirigirse por diversos trayectos antes de alcanzar el
objetivo final. Y que, incluso, de esa versatilidad pueden derivarse opciones
diferentes que modifiquen las metas definitivas.
Todos somos muy válidos pero a veces no
hemos tenido la oportunidad de demostrarlo, ni al mundo ni a nosotros mismos. Y
las oportunidades no siempre llegan con un lazo de regalo. En ocasiones un
fracaso es solo una oportunidad de mejora y una desgracia puede llevar añadida
un beneficio…que posiblemente uno no ve inmediatamente, pero a lo largo del
tiempo, volviendo la vista atrás podemos percibir.
Por desesperada que parezca la situación,
por suerte o por desgracia todo pasa. Y cuando uno toca fondo, entonces solo
hay un camino, el de subida.
Nada es tan grave que no pueda
resolverse, pero de cualquier forma, si no lo hacemos nosotros, la propia vida
lo hará.
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