“Todo lo que tenemos ha pasado antes por nuestra intención y nuestra creencia”.
Esta frase tiene una carga de contenido tal que nos desborda. ¿Cómo admitir que todo lo que somos, lo que vivimos, lo que sentimos o lo que nos sucede está gravado previamente por lo que creemos sobre ello?. Es difícil pensar que cada uno elegimos, con nuestros pensamientos y su fuerza, el malestar que nos llega o la felicidad que asoma, de vez en cuando, en nuestra vida.
Si estuviésemos seguros plenamente de que todo discurre según este dictamen, estaríamos todo el día empeñados en tener pensamientos positivos y no dejaríamos asomar ni una sombra de oscuridad por las consecuencias que traerían.
A veces, aceptamos que aquello en lo que creemos sucede pero es una aceptación liviana. Un ligero atisbo de lo que hay más allá de la rendija que parece abrirse ante nosotros. Un intento de confianza en nosotros mismos como creadores de nuestra vida. Pero sin embargo, parece que resulta más cómodo dejar al destino con la fatalidad en su mano atizando nuestra existencia y procurándonos infelicidades inmensas.
Seguimos creyendo en un destino que tiende a la desgracia. Estamos programados, culturalmente, para creer en que venimos a sufrir. Admitimos que nuestra existencia es un breve hito entre la vida y la muerte, que no manejamos. Un corto intervalo en el que vamos a la deriva. Un tramo que siempre resulta fugitivo y huidizo en el que solamente queda aceptar lo que llegue.
Pensar en verde, sin embargo, nos aporta toda la magia que cabe en la maravillosa experiencia de existir. Ser positivos crea una realidad siempre favorable a nosotros que repercute en nuestro bienestar inmediato. Por eso, no hay otro camino que hacerlo así si queremos pasearnos por este paisaje humano con la alegría en la mirada y una sonrisa en los labios.
No hemos venido a sufrir, ni estamos condenados al dolor. Vamos a pensar que todo va a salir bien y después de eso asombrémonos con que sucederá así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario