Dentro
de cada uno hay un reloj que nos indica los momentos de cada nuevo
emprendimiento, de los términos, de las continuidades o de los finales de las
situaciones que vivimos.
Hay
que aprender a sentir su tic-tac, a aproximarnos al mensaje que nos transmite y
a hacerle caso.
Uno
sabe muy bien cuando un tiempo se ha acabado, así como también intuye cuando
algo comienza y en qué punto lo hace.
No
vale alargar las situaciones cuando han tocado a su fin, al igual que es
absurdo negarnos a entrar en aquello que nos abre su puerta y nos da paso.
Hemos
comentado, muchas veces, que hay que vivir y que hay que hacerlo plenamente,
sin arrepentimientos y sin vacilaciones que nos obliguen a admitir, finalmente, la pena que sentimos por no haber
hecho lo que la vida nos ofrecía.
Hay
que olvidarse de la utilidad para
centrarnos en la importancia y el valor de las personas que conocemos o de las
cosas que hacemos.
Hay
que perder de vista la funcionalidad y la eficacia tan valoradas en nuestro
mundo. A veces, uno tiene que “perder el tiempo” en observar, en escuchar, en
apreciar o en estimar lo que hay de bueno y bello a su alrededor, o lo que
provoca pena y compasión.
Nuestro reloj interno no da por perdidas las
horas y el tiempo de generosidad para con nosotros mismos.
Estamos
demasiado acostumbrados a ceder nuestro tiempo a otros, a dedicarnos a lo
urgente sin atender a lo necesario, a invertir en lo que produce y cuantifica
sin pensar que hay valores sin precio que deberían presidir cada una de
nuestras intenciones.
El
tiempo es un concepto cada vez más superado. Todo es relativo y ajustarnos a
las manillas del reloj nunca es exacto. ¡Cuánto pasado vive en nuestro presente!,
¡cuánto futuro comparte con esas dos categorías nuestros días y sobre todo, nuestras
noches!.
Poner
en marcha el reloj interno equivale a aprender un nuevo cómputo del tiempo. Una
forma de contar que nada tiene que ver con la secuenciación del péndulo y que
de alguna forma se relaciona con los ritmos internos de la vida, aquellos que
no se ven, los que solamente se sienten con el corazón.
De
hecho, posiblemente lo único que quede del tiempo real sea eso: la percepción,
el recuerdo y la vivencia de períodos en los que fuimos otros o la necesidad de
ser distintos en los momentos que quedan por venir.
Con esa masa moldeamos el presente continuo en
el que nos instalamos día a día y con ella también horneamos cada uno de los
sueños con los que vamos sobreviviendo a la realidad.
Al abrir mis ojos cada dia, evoco las vicencias que son mi sombra y proyectan luz sobre el nuevo dia...el camino a seguir.
ResponderEliminarUn instante eterno de sueños cumplidos y en proceso.
Abrazos desde la otra orilla del atlante mar.
...!
"Cometí poesía " pero fuí derribado por los molinos inclementes de la impía crítica.
EliminarLamo mis heridas en silencio.
...!
Las opiniones de los demás son simplemente eso...comentarios subjetivos que nada tienen que ver con nuestra realidad. Me encantarìa que nos dejases un pedacito de esos poemas en este rincón nuestro en el que tanto nos han ayudado tus palabras.
ResponderEliminar