A
veces espero a que la vida me sorprenda.
Suelo quedarme demasiado parada esperando pero siento un inmenso placer en la
espera porque siempre contiene la posibilidad, el “tal vez”, el posiblemente,
la oportunidad.
Cuando
uno espera, hay un dilatado mundo de eventualidades que pueden suceder. Se
trata de vivir con ilusión y esperanza lo que está por llegar y sobre todo, de
trabajar ese tiempo, en el que no es necesario estar parado, para ir al
encuentro de lo que uno desea.
Hay
que celebrar las sorpresas porque, al menos yo, me siento tan agradecida con lo
que la vida me da regalado que siempre estaría dispuesta a realizar trabajos
extra para ella con tal de que supiese mi gratitud.
Nadie
nos enseña a vivir. Nadie a crecer. Nadie a saber lo que uno quiere y lo que no
quiere, que es aún más importante. Por mucho que los padres se esfuercen, por
más que lo intenten los profesores y aquellos que de algún modo han intervenido
en nuestro proceso de madurez, nadie puede experimentar por cada uno, nadie
reaccionar por nosotros.
Muchas
veces pienso que si hubiese una escuela en la que enseñasen a ser feliz, no
habría puesto libre. Entonces sí que ir a
aprender sería gozoso y las tareas dejarían de ser deberes para
convertirse en privilegios, pero desgraciadamente, nadie nos puede enseñar si
no es la vida misma.
Una
de las asignaturas pendientes de la escuela ordinaria, de los institutos, de
las universidades…y de cualquier ámbito educativo, es precisamente la educación
emocional. Sentir y saber lo que sentimos. Responder y comprender por qué lo
hacemos. Reconducir las intenciones y saber dirigir el comportamiento. Comprender
que a veces equivocarnos es la mejor enseñanza aunque sea la más dura. Entender
al fin que nada vale más que aquello que no tiene precio, y estar seguro de que
el objetivo de la vida es ser feliz y amasar felicidad para regalársela a
otros.
Esperar
lo mejor es una forma de pasar la vida en la que siempre nos vamos a sentir genial
porque aunque no llegue siempre existirá como posibilidad y mientras lo hace,
podremos soñar que estamos llegando a tocar el cielo con los dedos cada vez que
el objeto de nuestro deseo asome en nuestra mente.
¿Acaso
es pequeño el premio?. Un regalo que siempre puede llegarnos con su lazo desde
nuestra propia intención.
¡Buen
comienzo de semana!
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