Colocamos mal el punto
de mira, en algunas ocasiones. No enfocamos bien y nos dispersamos en el
terreno equivocado.
Donde ponemos la
atención ponemos la energía y olvidamos que eso es lo que somos; energía en
estado puro deformada por la gravidez del mundo del que nos rodeamos.
Crecer no es fácil y
cuando hablo de crecer me refiero a madurar bien.
Muchas personas creen
que nacieron aprendidas, que su palabra es ley y que el mundo gira en torno a
ellas. Y crean un ambiente distorsionado en el que otras muchas se enredan y
desenfocan.
Otras personas son,
sin embargo, oasis en los desiertos ajenos, agua fresca en los bosques
quemados, mágico rocío sobre las tiernas hojas de plantas nuevas.
Nacemos con un plan.
Seguro que el punto en el que nos encontramos es el correcto. Pero debemos
tener cuidado de enfocar bien nuestro razonamiento y no pensar en una sola
dirección.
El mundo es múltiple.
La vida, maravillosamente diversa. Puede ser que no importen tanto nuestras
opiniones, nuestra presencia. Nuestra unicidad. Puede ser que lo que tenemos
entre las manos sea a lo que haya que dar prioridad.
Veamos este breve
relato:
…”Un paseante vio
una vez a un pastor que, subido a una escalera, daba de comer de las tiernas
ramas de un árbol a una cabra que llevaba en brazos. A cada rato debía bajarse
de la escalera y buscar una nueva posición donde subirse, para que la cabra
comiera hojas verdes. Intrigado, preguntó a aquel hombre:
-¿Qué haces ahí
subido a la escalera?
-¿No lo ves?
-contestó el pastor-. Doy de comer a la cabra.
-¿Y cómo se te
ocurre hacer eso? -volvió a preguntar de nuevo-. No ves que así vas a tardar
muchísimo tiempo?
-¿Y qué prisa tiene
la cabra?”.
Exacto. ¿Acaso tiene
prisa ella?. Tal vez, el tiempo de otros sea también lo importante.
La vida seguirá de la
misma forma con o sin nosotros. Cuida tus actitudes hacia el resto; te
devolverán lo mismo.
El boomerang y el
efecto espejo funcionan.
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