Hay
secretos en ti que nadie sabrá nunca por mucho que te parezca que no existen.
Pequeñas
o grandes travesuras, diabluras descabelladas. Momentos incontables y un sinfín
de callados sentimientos que de ser transparente no quedaría nadie indiferente.
Solamente
tenemos que pensar en la gente más cercana. Aquellos que amamos. Cuántas cosas
les diríamos que no nos atrevemos o cuántas intuimos sin poder aventurar lo que
pensamos.
Lo
que nadie sabrá nunca es lo que mejor sabe. Lo que queda en lo más oculto de la
memoria. Lo que ha hecho saltar chispas al corazón o aquello que nos lo ha
encogido por largo tiempo.
Lo
que nadie sabrá nunca nos atormenta, a veces. Otras, nos engalana los recuerdos
que por ser tan nuestros e irrepetibles,
quedan en almibar macerando durante una vida.
Lo
que nadie sabrá nunca hace que haya merecido la pena vivir, en el extremo de lo
posible, al filo de lo mejorable, en medio de lo impracticable.
Uno
mira dentro. Vuelve la vista atrás y saborea el regusto de lo que fue.
Imagino
que lo peor que podemos sentir es la sensación de lo no vivido y deseado. Ese
tiempo de otros que quisiésemos hacer nuestro y lo hemos dejado pasar. El que
miramos ahora con tristeza por habernos quedado inmóviles, cuando debimos hacer
otra elección.
Aún
estamos a tiempo, ya no con el tiempo pasado, sino con el que queda por vivir.
El
criterio es sentirnos bien, no dejar pasar el momento mágico por ir pegados de
la mano del miedo, decir “si” a lo que nos sorprenda y encontrarnos siendo
otros; los que siempre hemos querido ser, haciendo lo que más nos guste.
Démonos
ese capricho. Merecemos saborear puñaditos de gloria en esta existencia que a
veces es tan dura.
No
lo cuentes. Hazlo. Gózalo. Y que al final no tengas que mirar dentro y no ver
más que el mismo día repetido una infinidad de ellos.
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