Todos nos movemos por impulsos pero de diferente carácter. ¿Impulsos de
energía cerebral o impulsos a golpe de corazón?. En cada uno, predomina más una
parte que otra.
Lo cierto es que el cuerpo somatiza las emociones. Si estamos nerviosos
puede dolernos el estómago, sentir ganas de evacuar o molestarnos la cabeza; si
tenemos miedo el corazón se encoge o acelera y qué decir, cuando estamos
ansiosos por lograr algo. Desparece el hambre o se aumenta desmesuradamente,
nos dan sudores o nos paralizamos sin remedio.
Cada emoción paga un precio corporal.
Parece ser que el corazón se convierte en un “pequeño cerebro” con
reacciones propias y actúa equilibrando el organismo; pero hay que saber cómo.
Os dejo este fragmento de un artículo muy interesante al respecto.
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El corazón, un pequeño "cerebro" que late al compás de las
emociones y pensamientos.
Cuando aprendemos a controlar nuestro corazón, logramos regular nuestro
cerebro emocional, y viceversa.(…)
El corazón puede latir a una media de 60 latidos por minutos, pero en un
instante puede aumentar a 70 y luego descender a 55, sin que podamos comprender
por qué. Un mero ejercicio de matemáticas complicado puede generar tensión que
termine provocando esos picos, aunque no lo percibamos. (…)
Con las nuevas tecnologías se pueden percibir esas variaciones del ritmo
cardíaco, lo cual se conoce como caos y coherencia. Por lo general, las
variaciones son suaves y “caóticas”: acelerones y frenazos se suceden de forma
dispersa e irregular. Al contrario, cuando la frecuencia de los latidos del
corazón es fuerte y sana, las fases de aceleración y disminución de la
velocidad muestran una alternancia rápida y regular. Eso produce la imagen de
una onda armoniosa, conocida como “coherencia cardíaca”.
Las emociones negativas, como la cólera, la ansiedad, la tristeza, e
incluso las preocupaciones banales, son las que más hacen caer la frecuencia
cardíaca y siembran el caos. Al contrario, las emociones positivas, como la alegría,
la gratitud y, sobre todo, el amor, las que más favorecen la coherencia.
Uno de los métodos más eficaces para potenciar la coherencia cardíaca es la
meditación.
1. Dirigir
la atención hacia el interior. Debemos abstraernos del mundo exterior y apartar toda preocupación durante
unos minutos. Es importante aceptar que nuestras preocupaciones pueden esperar
un poco, el tiempo necesario para que el corazón y el cerebro recuperen su
equilibrio. La mejor manera de lograrlo es comenzar realizando respiraciones
lentas y profundas ya que así estimulamos el sistema parasimpático e inclinamos
ligeramente el equilibrio del lado del “freno” fisiológico. Para maximizar su
efecto debemos centrarnos plenamente en la respiración, hasta que esta se
vuelva más natural y suave.
2. Concentrarse
en el corazón. Al cabo de un minuto, aproximadamente, es importante que nos centremos en
el pecho. Podemos imaginar que respiramos a través del corazón. Continuaremos
respirando lenta y profundamente y visualizando el corazón. Podemos imaginar
que la inspiración nos proporciona el oxígeno que necesitamos y que la
espiración nos permite deshacernos de los residuos. Podemos imaginar esos
movimientos lentos y flexibles, mientras el corazón se tranquiliza.
3. Conectarse
a la sensación de calor o expansión en el pecho. Al
inicio será muy ligera, una manera de potenciarla consiste en evocar
directamente un sentimiento de reconocimiento o de gratitud y permitir que
invada nuestro pecho. El corazón siempre es especialmente sensible a la
gratitud, a todo sentimiento de amor
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