DOMINGO ANTERIOR
.-¡Cuidado!, vamos a matarnos.- Gritó Swa. En ese momento frenó
en seco el coche y lo derivó al arcén. Tomó a la indefensa mujer china
fuertemente por el brazo juntando sus caras.
.-¡Mírame bien!. Más vale que lo encuentres o dejarás de respirar
lentamente… ¡me has oído!.
El teléfono de Steven comenzó a sonar de nuevo. Por la expresión
lívida de su rostro, Swa supuso que no eran buenas noticias.
.-¡Maldito!...no has muerto.
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Al otro lado del celular una voz conocida repetía una y otra vez.
.-¿Dónde está Shwa?.- Por alguna inexplicable razón, Owen no había
muerto y sin duda había descubierto que su cercano amigo era, en realidad, su
peor enemigo. Nadie podía hacerle tanto daño como él, ni tampoco nadie hubiese
podido arrebatarle al amor de su vida con tanta facilidad.
El destino había cerrado el círculo. Una historia llena de
desamparos y horrores deambulada a su alrededor siempre y le entregaba en manos
del peor postor a través de la única mujer que había amado.
Steven palideció al saber que su víctima estaba viva. No lo
esperaba. Sus planes se precipitaban.
.-¡Escúchame!.-dijo el doctor al otro lado del teléfono.- Te
encontraré y cuando lo haga te arrepentirás de haberme traicionado.- Entre tanto,
Shwa que imaginaba quién estaba hablando con Steven, tuvo una extraña mezcla de
sensaciones a las cuales no sabía atender.
Le había dejado en aquella calle a punto de morir. Había huido en
busca de su hijo. Era un buena razón para no sentirse mal pero, sin embargo, en
lo más profundo de su ser, algo le indicaba que podría haberle ayudado. Solo
podía remediarlo si ahora actuaba.
.-¡Owen estoy aquí!, ¡Owen!... Steven la tiró contra el suelo y
puso su pie sobre su cara para silenciarla al instante. Owen comenzó a gritar.
.-¡Bastardo! Lo pagarás muy caro. Tu teléfono está localizado. La
policía está justamente a tu lado.-
Esto descolocó al malvado asesino que instintivamente comenzó a
mirar a su alrededor quitando el pie de la cara de la mujer china. Aprovechando
el descuido, Shwa se agarró a uno de sus pies y le desequilibró tirándole al
suelo. La pistola quedó lejos, cerca de los pies de un niño de una edad
parecida al suyo.
Inmediatamente, el pequeño intentó cogerla.
.-¡No!, no lo hagas. – Mientras tanto, era ella la que ahora posaba
su tacón en la parte baja del vientre de Steven.
El niño los miraba sorprendido. Volvía los ojos a la pistola que
estaba al lado de sus pies mientras una voz, a lo lejos le llamaba.
.-¡ Robert!, ¿dónde estás?. Robert!...
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