A
veces es mejor callar. Hacer creer que uno no sabe, no entiende, no imagina o
no supone. Que piensen que estamos al margen, que no participamos, que para
nosotros la vida es de otra forma.
Me
he convencido que reservar una parcela de nadie es un ejercicio muy saludable.
No querer poseerlo todo, pero tampoco darlo todo.
Hay
un lugar dentro de cada uno que solo es de uno mismo y así debe ser.
Detrás
del silencio está el poder. La sabiduría de sobrevolar lo que nos molesta, lo
que duele, lo que causa sufrimiento.
El
silencio es revelador. Nos habla, nos acaricia y hasta nos cuenta secretos; de
nosotros mismos y de los demás.
Cuando
hablamos no escuchamos nada más que lo que decimos. Es como si volviésemos a
encontrarnos con nosotros mismos, una y otra vez e ignorásemos al resto. Se nos
escapan detalles, informaciones, sutiles formas, maneras y modos en los cuales
los demás nos dicen mucho de sí mismos. Sus silencios, son su poder también.
Cada
día es más difícil escuchar y cuando lo hacemos es para reaccionar rápidamente
con una respuesta que se refiere a nosotros mismos. No. Hay que dar tiempo y espacio a los demás. Que
hablen, que se muevan, que jugueteen e incluso que se equivoquen. Porque sus
aciertos y sus errores serán mejor comprendidos por nosotros si nos encuentran
callados.
A
veces, es mejor esperar. Tranquilamente. Como si el tiempo no tuviese límites
en cada persona. Sencillamente en reposo.
Nos
sorprendería lo que uno recoge del silencio. De la ausencia y del vacío. Hay
mucho dentro de ello, pero solamente se revela cuando uno es capaz de acallar
su diálogo interior y se dispone solamente a escuchar la nada.
Siempre,
algo se escucha.
Siempre
valioso.
Cada día tengo más claro quién eres... Un abrazo con todo mi cariño
ResponderEliminarQué directo al corazón me llega...! Gracias por este susurro de estrellas*
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