Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 12 de diciembre de 2016

¿TIENES LA TRISTEZA DE COMPAÑÍA?



La tristeza se apodera del que se siente sólo, del que añora, del que ansía o del que invoca.
 
Por tristeza hacemos muchas cosas o nos quedamos inmóviles. En definitiva, no respondemos nada más que con los instintos básicos que se manifiestan ante el  placer o el dolor. 

Huimos o nos quedamos inmóviles. Gozando o sufriendo.

La tristeza nos lleva de cabeza fuera de la realidad. Todo lo vemos distorsionado y nada parece consolarnos.

Sin embargo, como un ligero tul, un día la tristeza se disipa. 

Cae la niebla y el sol comienza a penetrar. Vamos viendo de nuevo la luz, aunque sea a puñaditos diminutos. Ráfagas dulces y cálidas que comienzan a sentarnos bien. Entonces creemos de nuevo en que la vida merece la pena y comenzamos a descubrir lo tenemos en vez de focalizarnos en lo que nos falta.

La tristeza ha estado muy valorada en otras épocas. Era la mejor herramienta para los pecadores arrepentidos o el mejor medicamento para los amantes románticos. Era el crisol que reconducía los malos hábitos y la necesaria respuesta ante los desvaríos.

La tristeza ahora está relacionada con la soledad, la pérdida de autoestima y los fracasos.

La resilencia debería ser una asignatura del colegio desde la infancia. Resistir la adversidad y estirarnos con ella para sobrepasarla.

Si la sientes alguna vez es que algo dentro de ti está reclamando atención. Que te fijes en ello, que le dediques tiempo y que al final, te vayas contigo mismo, de la mano, a tomar un café.

¡Sólo!, por favor.

¡A mí me gusta largo!.

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