Dicen
que después de la tormenta llega la calma. A veces lo que llega es un tiempo
muerto en el que uno no sabe qué hacer.
Lo
mejor de todo es tener las ideas claras, un objetivo por cumplir y sobre el que
centrar la atención y algo o alguien a quien amar para encontrar el remanso en
los tiempos difíciles.
Hay
personas que siempre están metidos en tormentas o que ellos mismos lo son.
Gente que disfruta con las discusiones y con señalar con el dedo el lado oscuro
de las cosas y las situaciones.
Personas a las cuales la felicidad no les va.
Es como si rompiesen su estado natural de desequilibrio y entonces la calma se
convirtiese en un caos del que solo saben salir comenzando por su principio; el
que conocen.
Si
tienes al lado a una de estas personas o tu mismo lo eres hay que protegerse. Defenderse
de la toxicidad de los demás o de la propia.
Pensar
en verde, ser positivos, tener la sonrisa fácil, ejercitar la amabilidad y ser
flexibles no siempre es fácil. La vida nos pone en el medio de mareas inmensas
e incluso terremotos en los que dejamos de encontrar nuestro centro. Y ahí, en
ese punto uno tiene que encontrar herramientas a las que poder agarrarse para
continuar el camino que aún nos queda.
Una
de las mejores formas de salir adelante es encontrando nuestra pasión. ¿Qué es
lo que más me gusta hacer?¿De qué forma mis horas pasan volando?¿Con quién me
gusta hablar?¿Qué lugares me gusta frecuentar?¿Qué libros me encanta
leer?¿Escucho esa música que tanto me transporta?.
Muchas
veces no nos movemos. Nos quejamos de que nada cambia, de que no nos sucede
nada extraordinario…pero en realidad no hacemos nada para que suceda.
En
contadas ocasiones las alegrías llaman a nuestra puerta. Las desgracias saben
muy bien nuestro número.
Por
eso hay que moverse. Dar un primer paso y posiblemente el resto vaya discurriendo
por un camino que se abre con cada acción, por pequeña que sea.
Comencemos
a hacer. Ya veremos lo que sucede.
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