Lo
peor no es el cansancio del cuerpo. Si estás cansado, te duelen las piernas,
sientes peso en la cabeza y los ojos se cierran es que has hecho demasiado.
Posiblemente
has puesto a prueba tu cuerpo mucho tiempo; tal vez hayas soportado mucha carga
o resistido sacudidas en las que te has visto obligado a mantenerte en
pie a pesar de todo.
Ese
cansancio se cura. Se pasa con reposo, con sosiego y con hacer un alto en el
camino. Lo peor es el cansancio del alma porque la resistencia de ésta es mucha
pero también es más delicada, más sutil, más etérea.
No
sabemos que nos sucede, ni en qué momento, ni de qué forma. Posiblemente
vayamos perdiendo tersura, talante y hasta expectativas. Se va quedando el
ansia arrinconada en una esquina y las ganas de seguir sonriendo, en el cajón
de la cómoda cercana a la puerta.
Lo
peor es sentirnos cansados de tanto resistir. Hemos sido fuertes demasiadas
veces, se ha esperado mucho de nosotros y lo hemos dado, hemos hecho esfuerzos
inmensos por llegar, lo hemos dado todo y más.
Me gusta dejar fluir el abatimiento y las lágrimas. Cuando están conmigo
quieren estar enfrente de mí o darme la mano.
Cuando
se las dejas dentro van devorándote poco a poco. Se hacen hueco entre el dolor
y la angustia y van socavando cuevas inmensas de tristeza congelada.
Hay días en los que todo parece de otra forma. Momentos en los que querríamos
una isla para vivir. Situaciones sobre las que nos gustaría pasar corriendo
como si lo hiciésemos por encima de brasas.
No encuentro otro camino para resolver el cansancio del alma que darle aquello
en la que nos encontremos serenos. Permanecer en una especie de limbo maternal
en el cual sentirnos arropados y queridos; porque al final de todo, lo más importante
es eso, sentirse querido. Pero no olvidemos que para recoger hay que sembrar y
que en cuestiones de afectos, nada pasa en vano, nada queda sin contabilizar y
lo que no suma, resta.
La
abundancia nunca significa demasía. La carencia siempre supone lesiones
irrecuperables que luego nos impedirán amar con fluidez. Porque querer es fácil
cuando te han querido; cuando no, queda enquistado el amor y siempre se
presenta de otra forma.
Si
tienes el alma cansada busca aquello que siempre te gustó.
Eso
será lo tuyo. Con ello recuperarás tu hálito vital.
Estarás bien.
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