Cuando
estudiábamos gramática, el verbo, al menos en castellano, era decisivo en una
oración. Se trataba de la acción. No tenía tanta importancia el sujeto que la
realizaba como ésta misma lo que le dejaba en una posición de pilar central
sobre el que giraba todo.
Más tarde,
cuando comenzábamos a entender la Historia Sagrada nos encontrábamos con el
mismo nombre para aludir a la figura central de la religiosidad cristiana. Así
escuchamos…”Y el verbo se hizo carne”. Con esta frase se resumía el misterio
más sublime de esta religión. La divinidad encarnada en un hombre dios. De
nuevo la palabra verbo para ejecutar.
He pensado
acerca de esto. ¿Realmente todo está en el verbo?. ¿Es necesaria siempre la
acción? ¿Acaso no es conveniente quedarse quieto cuando el caos se ciñe sobre
uno?, o por el contrario lo único que puede salvarnos es realmente el “verbo”?.
Mi
experiencia personal me inclina a pensar que la actividad, la acción y los
empeños siempre ayudan a salir adelante. Efectivamente movernos implica elegir
una dirección, determinar un objetivo y por último, disponer todo lo necesario
para cumplirlo. En este recorrido seguramente se aplacará el motivo de la
angustia, se reducirá la pena y se transformará la amargura. Pero…no siempre es
así. Sobre todo cuando uno se enfrenta a un problema que cala hondo, muy
profundo y muy invasivo, entonces es necesaria la quietud.
Cuando estamos
en el fondo no hay más lugar a dónde ir que el ascenso. Por eso, no conviene
iniciar la marcha hasta que no hayamos comenzado la cura. No podemos
entregarnos a la acción maltrechos, despedazados y desesperados. No podemos crear
posibilidades cuando nos sentimos aplastados. No debemos tomar decisiones
cuando no tenemos fuerzas ni para sostener el alma. En ese momento, ahí, en ese
mismo punto hay que esperar. Hacer tiempo para que todo se calme. Darnos la
oportunidad de poder responder con todo nuestro ser y toda nuestra confianza.
Con la seguridad de que tomemos la ruta que tomemos lo haremos convencidos de
ello.
Es en este
caso cuando el verbo no me sirve, a no ser el que alude a “esperar”.
Si estas en
esta situación, no lo dudes, espera. La vida, en caso de que nosotros no lo
hagamos, siempre resuelve.
Los chinos, sabios milenarios, tienen una proverbial forma de entender la oportunidad para el actuar y la relacionan con las estaciones de la naturaleza.
ResponderEliminarNo se pude sembrar si no has dejado descansar la tierra y la semilla no germinará si no ha recibido la lluvia del invierno y solo recogerás fruto cuandos hayas sembrado y la espiga madurado.
Sus enigmáticos símbolos siempre nos hablan de la oportunidad, de la espera, de la actividad muchas veces detenida en el invierno porque no es tiempo de consechar, ni de recoger la mies.
Si, tienes razón mi reflexiva amiga, muchas el verbo no es acción sino espera...ya llegará la hora de la acción bajo el sol de una soñada primavera.
Siempre me ha fascinado el mundo oriental tan alejado de la agobiante prisa que aqui nos asfixia. Por algo son los magos de los gestos, los símbolos y las representaciones.
ResponderEliminarEl tiempo de espera siempre es necesario para el renacimiento.
Gracias por participar y dejarnos esos puntos de vista tan contrastados y enriquecedores.
Mientras esperamos...,
ResponderEliminarhttp://youtu.be/M3G2Jaxc6G4?list=
Xara...me ha venido genial...hoy es un día de esos en los que me veo obligada a "esperar" porque desespero.
ResponderEliminarMil gracias*