Llevo
mucho tiempo pensando que en realidad vivimos muchas vidas en una; simultáneas,
sucesivas o alterativas. Incluso podemos estar viviendo una paralela a la que
tildamos como “vida normal”.
Por
otra parte, somos muchos en uno, también, y lo somos en función de quienes se
encuentran con nosotros. Tenemos un comportamiento básico amasado entre los 5 ó
8 primeros años de nuestra vida que nos acompaña para siempre. De éste se
derivan una multitud inmensa de distintas formas de actuar, en función de las circunstancias
o de lo cómo los demás sacudan nuestra estructura interna.
En
estos dos últimos años de mi vida he cambiado mucho. He a prendido que a dudar,
a dejar la candidez como único camino para encontrarme con el resto de la
gente, a confiar más en mi instinto, a dejarme llevar por mi intuición, a
observar y relacionar datos, a detenerme y analizar. No sé si me encuentro
mejor que antes. Creo sinceramente que no.
Posiblemente
mi confianza ciega en el proceder de los demás, me protegía. Era como una
especie de colchón en el que me sentía cómoda pensando que los otros actuarían
como yo lo haría. Tal vez un infantilismo que tenía un alto precio pero un
sabor dulce. Ahora pago menos pero la boca me sabe más amarga.
He
entendido que hay mucha mentira detrás de algunas sonrisas; que cuando te
hablan, algunas personas, no siempre te dicen lo que sienten o lo que piensan
de verdad, que hay humo transparente que actúa como una cortina que a veces no
se ve pero que distorsiona lo que vamos a conocer y he visto, por último, que entre
el trigo también hay paja.
La
buena noticia es que no todo el mundo es igual. Que estoy convencida que queda
gente magnífica que está muy lejos de lo que he descrito, que por mucho malo
que exista también hay mucho bueno que persiste. Que aún, alguna gente
encantadora, sigue aferrada a la nobleza, la honradez y la honestidad consigo
misma.
Ojalá
éstos últimos puedan contagiar a los del otro lado, un poco de pasión por la
verdad, la sinceridad y la transparencia. Y si no son capaces que al menos
sirvan como ejemplo, aunque sea equivocado, para ayudarnos a saber qué es lo
que, al menos, no queremos para nosotros ni los nuestros.
¡Feliz
día!
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