Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


miércoles, 12 de marzo de 2014

LA INVASIÓN DE LA ESTUPIDEZ



         Es complicado mirar hacia atrás porque a veces uno se ve tremendamente estúpido; se encuentra formando parte de otro ser, no se reconoce y se descubre, en medio de los recuerdos, actuando de una forma que nunca le ha sido propia.
         Creo que todo tiene una razón y por mucha tontería que creamos haber tenido entonces, seguramente, es el mejor camino que creímos haber encontrado porque de otro modo no lo hubiésemos transitado.
         El peor de los males es creer en toda la gente; o tal vez sea  lo mejor a pesar de todo, porque aunque la inocencia pasa facturas muy altas siempre rezuma un elixir cercano a la ternura que es una verdadera pena tener que perder.
         No comprendo el engaño traicionero hecho de forma consciente. No puedo pensar en que hay gente que diseña planes, traza laberintos  para llegar a una meta a costa de lo que sea. Tampoco entiendo la mentira que esconde siempre lo que puede perjudicarte para alcanzar un fin o lograr que otros vean de ti una imagen, que de otro modo nunca tendrías.
         Posiblemente sea ingenuo pensar que parte de la gente que conoces no se presenta con recovecos, ni con terceras intenciones, ni con la sangre fría de manipular sentimientos en pro de sus fines.
 Posiblemente parezca infantil confiar en los demás hasta que te demuestren lo contrario. Tal vez, solo a base de desengaños podamos entender que la vida se complica cuando vas creciendo porque ese candor infantil debe dejar paso a la cautela, al saber esperar antes de hacernos una imagen de alguien o de algo, a saber esquivar los golpes o a enfrentarlos si no hay más remedio.
         Uno llega a la convicción de que crecer lleva consigo muchas desventajas, a pesar de no verlas cuando somos pequeños y creamos entonces que avanzar en la edad es lo único que nos hace pensar que llegaremos al edén que tanto ansiamos. Luego, con el tiempo, añoras esa forma simple de ver la vida, ese ir y venir de las emociones puras y sobre todo, esa ilusión sin condiciones que todo te provocaba.
         Afortunadamente, algo del alma de niño queda siempre en el interior. A esa apelo cuando vuelvo la vista atrás y observo mis errores porque entonces entiendo que forman parte del juego de la vida y del aprendizaje de sus reglas. Aún así, mi rebeldía siempre tiende a saltárselas porque en definitiva hago de ello una nueva travesura en la que no pierdo el entusiasmo.

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