Cuando
pienso en las personas que han hecho tanto por los demás siento que para algo
somos diferentes. Que cada uno tenemos una misión y que lo mejor de todo es
descubrirla, sea cuando sea, no hay tiempo para la excelencia.
La muerte de
Nelson Mandela, Ghandi, Teresa de Calcuta y tantos y tantos más que han
dedicado su vida al AMOR incondicional sobre los demás y a la lucha, pacífica o
vehemente, de los derechos de los oprimidos, me estremece. Hay algo en mí que
me llama a empeñarme por los más desvalidos, a ser solidaria con el dolor de
otros y a amar la libertad de conseguir que en las diferencias no haya
opresión, ni nadie levante la cabeza por encima de otro para asfixiarle, ni se
pise fuerte sobre el débil.
Todos
podríamos hacer algo más de lo que hacemos. Todos podríamos tener un reino de
Taifas creado a la medida del malestar que apreciamos en los que tenemos
alrededor y desde nuestra pequeña almena, lanzar redes salvadoras para que
otros puedan asirse antes de morir en la derrota de la soledad, la pobreza o la
miseria del alma.
Hay
corazones inmensos. Pero no son privativos de unos pocos. Todos tenemos uno. Todos.
A veces demasiado cerrado, otras deformado, incluso otras remendado, pero en la
ayuda a los demás está la nuestra propia. No hay nada más gratificante que la
sensación de que otras personas tengan algo bueno por una acción nuestra.
Ayudar es ayudarse. No hay sensación de vacío, entonces, ni de soledad, ni de
inadaptación. No hay vida perdida, ni malgastada, ni olvidada si otros son el
centro de nuestros desvelos.
Tampoco hay
que dedicar cada segundo de nuestro tiempo a los demás. Basta hacer lo posible,
en lo pequeño, en nuestro día a día, con el amigo, el vecino, el compañero o
incluso el enemigo que lo necesita.
Tal vez,
algún día, seamos nosotros los que precisemos de otro corazón que quiera
regalarnos lo que nos falta.
Descansa en
paz Nelson, la misión de tu vida fue cumplida. Para eso fue larga, para tener
más tiempo para amar tu lucha y a los que les beneficiaba.
No hay mejor
motivación, para los que quedamos aún aquí, que la gente como tú y esa sonrisa tuya siempre abierta al otro.
La historia que escribieron esas grandes personas demuestra que la superación por el bien común es posible.
ResponderEliminarXuan es cierto, la bondad con la que uno se regale al mundo mueve montañas.
ResponderEliminarUn abrazo