Nos
pasamos la vida buscando amor. Parece que se hubiese perdido y no acertásemos
con el camino del encuentro. Da la impresión de que se nos oculta tantas y
tantas veces que incluso llegamos a pensar que el nuestro ha desaparecido.
Uno
no sabe si lo mejor que le puede suceder es encontrarlo o seguir esperanzado en
la búsqueda. Cuando nos topamos con él suele ser de bruces. Sorprendiéndonos a
cada instante, desbordándonos a cada momento. El amor en estado incandescente.
Golpeando fuerte contra las paredes del corazón y bombeando latidos por doquier
desde el centro del sentimiento más puro.
Sin
embargo, para nosotros los mortales esta situación no suele ser sostenible. Es
como si no estuviésemos acostumbrados a la felicidad, ni tampoco lo estuviese
el resto y menos a la ajena. Cuando a los otros comienza a molestarles terminan
empeñándose en demostrarnos que eso no es posible, que se trata de un estado
pasajero en el que estanos confundidos y nos arrastran nuevamente a la calma para
igualarnos con ellos.
Sucede
una especie de efecto dominó. Casi molesta ver a otros felices y sobre todo si
es por amor. Se perdona la felicidad que da el dinero porque de alguna manera
parece más accesible y tal vez, con suerte, algún día les toque a ellos pasar
por lo mismo. Pero no se absuelve al que
se ha encontrado con su amor, no se indulta a aquel que está henchido de dicha por
haber hallado la parte que le completa e incluso, no solamente se rechaza sino
que se trate de reconducir a la persona hacia un estado de normalidad mal
entendida.
Hay
personas que hacemos del amor el motor de nuestra vida. Otras lo apartan y lo
hacen secundario. Las primeras solemos sufrir mucho por ello, las segundas
también por no encontrar en nada el sentido que el amor todo lo da.
Amar
siempre es ganar, aún cuando se pierda, porque lo que se pierde nunca supera a
lo que uno obtuvo y aun el tiempo del dolor es menor que el de gozo. Cuando uno
ama todo se mide de otra manera, lo que no sabemos es que es la manera
verdadera de medir.
Lo
peor de buscar es encontrar porque después de ello no hay búsqueda posible y
con el tiempo se va entendiendo que amar es un verbo que siempre está en
presente continuo, aunque haya sucedido en el pasado y no va a dejar de estarlo
aunque parezca que haya terminado.
La
impronta que deja en el corazón permanecerá por siempre incluso si uno olvida
el nombre y los apellidos de quien te amo.
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